XXII

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Nicolás

Después de todo lo que pasó... Me di cuenta de muchas cosas que se ve que desde antes las podía sentir, pero que nunca me di cuenta.

Me gusta Lisandro, o mejor dicho, estoy enamorado de él, lo amo. Amo su manera de ser, amo como me trata, amo su sensibilidad y sus chistes guarangos, amo su delicadeza y su manera de ser bruto a veces, amo sus actitudes lindas y también las de mierda, amo su manera de ver la vida, su futuro y su pasado. Lo amo a él, a su esencia.

Y eso se hizo notorio en los últimos días, donde de cierta manera ambos nos buscábamos mutuamente, con miradas, con toques suaves o simplemente estando uno cerca del otro cada vez que se podía.

Realmente no dudo de que mis sentimientos sean correspondidos, ahora que me doy cuenta que quien está correspondiendo soy yo, porque es más que obvio que quien estaba enamorado desde antes era él.
Siempre tratándome de manera caballerosa, dándome regalitos, aunque sean cartitas (porque sabe que las guardo), incluso buscando mí seguridad, consciente o inconscientemente.

–¡Hola Nico!– Rodri rompió mí burbuja al abrazarme, yo solamente me sobresalte un poco. –¿Estás bien? te veo muy distraído.– Me miró a los ojos y yo nomás suspiré, necesito contarle a alguien todo esto que me está pasando.

–Rodri, me gusta Lisandro.– Solté así como si nada, él en cambio solamente me miró sorprendido y me abrazó.

–Ay pobrecito Nico, ya estás tan viejito que te estás volviendo ciego.– Se rió y yo le pegue en el brazo para alejarlo.

–Callate, Mí alfa es hermoso.– Me hice el ofendido y él sonrió con maldad.

–¿Tu alfa? ¿Desde cuándo Lisandro es tu alfa?– Me puse colorado y él se largó a reír.

–¡Por lo menos a mí no me gusta alguien que tiene un erizo en cada ceja!– Pronuncie ofendido tirándole el pelo a Rodrigo.

–¡Por lo menos mí alfa, que si es mío, no tiene la nariz torcida!– Empezamos a agarrarnos de las mechas hasta que nos vió Nahuel y nos separó.

–¡Calmense locas! ¡¿Por qué se pelean?!– Dijo mientras se sentaba entre nosotros.

–¡Porque a Nicolás le gusta Lisandro!– Prácticamente lo grito, y yo le tape la boca, cuando se dió cuenta me miró arrepentido.

–¡¿En serio?!– Me miro sorprendido con alegría en sus ojos y se tiró arriba mío abrazándome. –¡Ayyy! ¿Puedo ser el padrino cuando se casen?– Todo el lugar se llenó de su aroma, y yo simplemente no pude caber en mí mismo de mí emoción, correspondí su abrazo y sonreí.

Realmente creo que no hay nada mejor que ir a favor de este lindo cliché.

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