—Max...— un jadeo entrecortado se escapa de mi boca cuando siento sus dedos cerca de mi entrepierna.

—Dios, adoro como suena mi nombre saliendo de tu boca— siento su caliente respiración en uno de mis muslos— No pares de decir repetirlo.

—No no, Max, el desayuno— digo bajándome de la encimera rápidamente para apagar la parrilla de la que ahora salían flamas de color azul.

—Mierda...

La casa estaba llena de un espeso humo negro, la tos no tardó en aparecer.
Camino hacia el ventanal que da hacia el patio para abrirlo por completo.

Luna sale corriendo temerosa.

Me llevo una mano a la nariz y tiro de Max para salir al jardín.

Ambos comenzamos a carcajearnos.

—¿Todo en orden linda?— una voz que no sé de dónde proviene me hace voltear por todas partes.

—Aquí arriba— dirijo mi mirada hacia arriba para ver a una de mis vecinas en el balcón.

Mi primera reacción es aventar a Max detrás de uno de los árboles haciéndole una seña para que no haga ruido.

—Ah si, solo se quemó algo que tenía en la parrilla— digo restándole importancia, a pesar que aún salía humo negro de la cocina.

—¿Estás acompañada?— dice mientras con la mirada busca a alguien detrás mío.

—Oh, ehm— no sabía que excusa invitar.

—Pensé que tal vez había regresado Mick— en el momento en que termina esa oración me da un vuelco el estómago.

—Oh no, para nada— me apresuro a decir— Debo limpiar eso, nos vemos después.

Traté de terminar la conversación de la manera menos abrupta posible, pero se estaba comenzando a poner incómoda la situación cuando mencionó a Mick.

Max estaba adentro, tratando de limpiar el desastre que se había hecho.

—Lamento haberte empujado, pero mi vecina puede ser algo indiscreta— digo abrazando a Max por detrás.

—Está bien schatje, lo entiendo— susurra.

Ayudo a Max a limpiar la cocina, se mostraba distante y nos sumimos en un silencio incómodo para ambos.

Yo sabía que no había hecho nada mal, porque no quería arriesgar nuestras carreras, pero al parecer, Max sí se había molestado.

Nos sentamos a desayunar los pancakes que no se habían quemado, pero ninguno de los dos se esforzaba por mantener la conversación.

—Te quedaron muy buenos— trato de romper el silencio.

Max solo asiente y me regala una sonrisa antes de seguir con su desayuno.

Pasan minutos en los que solo estamos los dos sumidos en una tensión que puede verse a kilómetros de distancia.

—Debo irme— dice antes de levantar su plato para irse.

Anxiety | Max Verstappen Where stories live. Discover now