Hay una leyenda que los valientes susurran y los cobardes callan por temor a una muerte segura. La leyenda de un demonio que se enamoró de la fragilidad de una rosa, de su sonrisa cálida y el océano que se reflejaba en sus ojos. Un demonio incauto q...
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Bryce estiró los brazos en la tibia cama y palpó a su lado solo para encontrar el vacío. Se giró hacia allí aún sin abrir plenamente sus ojos. El sol se colaba por la ventana, así como el trino de los pájaros, que de seguro se posaban en los árboles cercanos. Había amanecido. La vida volvería a su ritmo cotidiano y las imágenes que atravesaban su cerebro en ese momento pasarían a formar parte de sus recuerdos. Dio un suspiro profundo y tragó saliva. Su garganta estaba seca y su pecho comenzaba a doler. Frotó su mano sobre él y masajeó en el área del corazón.
«Se ha ido».
¿Qué esperaba exactamente? Bryce era consciente de que Mayka tomó la mejor decisión por los dos. Ni siquiera debió haber pasado la noche con ella. El celular sonó en la mesa de luz. El aparato estaba al lado del lubricante, cuyo pomo estaba abierto y escurría sobre el mueble de madera oscura.
Bryce se incorporó en la cama, se rascó la barbilla y atendió.
—Anael.
—Por Dios, hombre —dijo uno de sus hermanos menores—, ¿tienes idea de lo que te hemos buscado?
—Estoy en Manchester.
—¿Por qué carajo te sacaste el reloj?
Bryce había desactivado el sistema de rastreo por GPS. No quería que nadie lo molestara.
—Estoy bien. —Esquivó al pregunta—. Ya puede descansar, soldado.
—Te quedaste con ella, ¿no es así? ¿Es cierto todo lo que Eric me ha contado?
—No tengo idea de lo que él te ha contado.
—Por tu negativa a una respuesta directa estimo que pasaste la noche con Mayka.
—Se fue antes de que despertara, así que tranquilo, no volveremos a verla.
Anael se carcajeó. Su típica risa psicópata cuando alguien intentaba tomarle el pelo.
—Claro, porque tú nunca la buscarás, ¿cierto?
—Correcto.
—Demonio —Anael contuvo las inmensas ganas de ir y quebrarle la mandíbula a su hermano hasta que reaccionara o hasta que sufriera amnesia y se olvidara de esa mujer—, estamos en la peor crisis como familia desde hace siglos. Los Callums nos atacarán en cualquier momento, ¿y en tu mente lo único que había era follarte a esa mujer?
—No me vengas con dilemas morales —advirtió—. Tú no.
—Exacto —afirmó enojado—. Se supone que el único inconsciente en la familia soy yo, ¿y ahora resulta que tú quieres quitarme el puesto?
—¿Papá sabe todo lo sucedido?
—No, Eric le dijo que la idiota esa los ayudó y que luego tú la llevaste a Manchester. Eso es todo.
