Hay una leyenda que los valientes susurran y los cobardes callan por temor a una muerte segura. La leyenda de un demonio que se enamoró de la fragilidad de una rosa, de su sonrisa cálida y el océano que se reflejaba en sus ojos. Un demonio incauto q...
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Owen levantó la mano y quiso tocar el cuerpo frío y gris frente a él en la morgue. Se tocó el pecho. Algo parecido a un dolor lo invadió. Se imaginó que ese dolor se afianzaría con el paso de los días, a medida que entendiera que nunca lo vería de nuevo. Owen nunca volvería a besarlo ni a tenerlo en sus brazos. Sí, adoraba follar a ese bastardo, sentir que era importante para alguien. Isaac habría sido el único que sufriría si él moría. Ahora, cuando le llegara su turno, a nadie le importaría. Quizá a su primo Dustin, pero a nadie más.
Su madre tenía tantos sentimientos como una planta, siempre resignada al papel que le tocó cumplir, y Mayka, bueno, ni siquiera era una mala broma. Su hermana haría una fiesta para celebrar su muerte. Lo odiaba tanto como él a ella.
—Debemos salir de aquí. —Silas, su tío, le tocó el brazo mientras él se encontraba perdido en sus pensamientos.
—¿Cuándo harán el traslado?
—En unos días más. Están con algunas averiguaciones dado el problema que se suscitó en el edificio. Aún no entienden cómo fallaron las cámaras de vigilancia.
—Voy a torturarlos —juró—. Los voy a hacer pagar por la vida de Isaac.
—Lo haremos —aseguró Silas—. Sabes que tienes mi apoyo total. Sin embargo, ahora hay que mantenernos cautos.
—¿Cautela? ¿Acabo de perder no solo a mi primo, sino a mi mejor amigo, y debo pretender que nada pasó?
Silas tragó saliva y presionó con más fuerza en su hombro.
—Theodor nos ha convocado cuanto antes. Debemos viajar de regreso a Inglaterra.
—¿Sabes que ha sido lo único positivo de todo esto? —preguntó Owen, y Silas frunció el ceño.
—¿Hay algo positivo en esta mierda?
—Sí. —Los ojos negros se clavaron en su tío—. Al fin tendremos la guerra que siempre esperamos y borraremos a los Morgan de la faz de la tierra, empezando por London y mi «querido primo», Jesse.
Silas, que era un bastardo, todavía se sorprendía del odio que Owen le tenía a Jesse y a Mayka. No era natural aborrecer a dos seres que nunca hacían nada malo.
—Hay que salir de aquí, Owen —replicó Silas—. Muy pronto sabremos cómo debemos seguir...
—No me quedaré sin mi venganza —interrumpió—, así deba ir en contra de Theodor y toda la familia.
—Sin el apoyo de la familia no tienes nada.
—Si debo hacerlo solo, lo haré. Mataré a esos hijos de puta y a todos los que estuvieron de su lado. Te lo juro, Silas. Y sabes bien que no prometo en vano.
—Estás cegado por la rabia. Lo más probable es que en esta situación el muerto seas tú.
