8. Tormento.

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Luis estuvo acurrucado en la esquina de la camilla, abrazándose así mismo, pensando lo difícil que fue sobrevivir, atormentándose al creer lo inútil que era, sufriendo por saber que algún día su inutilidad mataría a alguien. El cuerpo le temblaba, sus piernas le dolían cómo si tuviera mil agujas clavadas, no sabía si podría volver a andar, pero al parecer eso no importaba, el cuidado sobre él era tan obsesivo que rozaba la compulsión. La única forma en la que liberaba todo su estrés era con la amabilidad de ellos, ese amor maternal que recibía le hizo sentir más culpable que aliviado. No quería seguir sufriendo, si cogía cariño a esa gente lo único que pasaría es que su mente le haría verse así mismo cómo un ser despreciable, alguien que debería morir para así no provocar más muertes innecesarias.

«...» pensó, mirando a uno de las "personas" que ponía los medicamentos en un estante.

Lo sospechó, al fin entendió que esas "personas" no eran personas, eran algo que va más allá de su comprensión humana. Lo supo desde el momento que analizó sus expresiones y movimientos, actuaban cómo si fuesen actores, o esa era la sensación que le daba. El único momento en dónde florecían las emociones era cuándo le miraban, atentos, cómo si una persona depresiva de repente hubiera visto sana y viva a su abuela fallecida hace años.
Sufría al ser tratado cómo un niño pequeño, cómo un ser de cristal que seres ajenos a él deben proteger por alguna razón que desconocía.
No sabía que sucedería cuándo él tenga que vivir la muerte de alguien más, la muerte de alguien que aparenta ser muy maduro, pero que si lo miras detenidamente demuestra tener los mismos sueños que él. Las "personas" que sabían que era un humano, lo hacían por voluntad propia, incluso se peleaban por quién le traía la comida.
No era el mejor día de su vida, aunque tampoco era el peor, sus sensaciones eran raras, sentía que no pertenecía a este lugar, era cómo si su vida estuviese siendo guionizada por alguien más.
Alguien apartó las telas que colgaban en la enfermería y se asomó Popola. En ese mismo momento, los pocas "personas" que habían por los alrededores miraron a Popola y solo se fueron con muecas de disgusto.

—... —Popola lo miró con su semblante indiferente—. ¿Qué te pasa? —se acercó y se sentó al borde de la camilla—. ¿Estás aburrido? —sonrió un poco comprensiva y le acarició el pie vendado.

Luis alzó su vista de entre el cobijo de sus brazos y la miró con sus ojos húmedos, Popola se dio cuenta, pero Luis rápidamente se secó sus ojos enrojecidos y cambió de tema:

—Hoy era el día —inhaló su mucosidad—. ¿No?

Popola asintió. Apretó sus labios y alzó su entrecejo, así lo miró de arriba abajo. Se acercó arrastrando su trasero por las cobijas hasta que se puso al lado de él. Luis se apartó un poco y dijo que estaba bien, aunque Popola insistió y le puso la mano en la mejilla.

—¿Qué sucede? —Popola lo analizó con sus ojos fríos y carentes de vida.

—... —Luis le devolvió la mirada—. Popola —agachó su cabeza—. ¿Qué soy para ti?

Popola dio un gran suspiro y le soltó la mejilla. Se mantuvo callada durante unos segundos y al final dijo:

—¿Qué eres para mi? —apoyó las manos en las cobijas—. ... —entrecerró sus ojos e hinchó las mofletes en una sonrisa mientras decía—: eres mi humano favorito.

De repente, toda la cara de Luis se puso cómo una cereza, estaba tan rojo que su boca desprendió humo cómo la locomotora de un tren de carbón. Apartó la mirada hasta girarse sobre sí mismo y estar de espaldas a ella.

—Eso es mentira —chasqueó su lengua—. Solo estás diciendo eso porque estoy triste.

Popola se acercó aún más y movió su cabeza hasta poder verle la cara, todo su pelo liso cayó de lado por la gravedad.

—¿Ajá? —le picó las costillas—. ¿Y por qué estás triste?

Luis no respondió. Cambió de tema:

—¿Vamos o qué? —la miró de refilón—. Estoy harto de estas cuatro paredes.

Popola se levantó y se estiró un poco entumecida.

—Cariño, a eso vamos —lo ayudó a levantarse—. ¿Puedes?

Luis asintió y se subió a los brazos de Popola.
En el momento en el que Luis entró a la nueva habitación, Popola cerró la puerta con dos vueltas de cerrojo. Luis se sorprendió. La habitación estaba limpia, además de llevar unas cuantas velas encendidas aquí y allá, acompañadas de unos muebles y camas bastante decentes. Popola extendió su mano y así sujetó a Luis. Fue guiado hasta una de las dos camas que había. Luis se sentó al borde, y Popola dijo que quería cambiarle las vendas. Luis aceptó con cierta molestia. Popola se arrodilló delante de él y se puso a ello. A Luis le dolió un poco sus heridas siendo destapadas, pero tampoco se quejó.

LA VERDAD PLAGADA DE DULCES MENTIRAS - Fanfic de NieR:Automata Ver1.1aWhere stories live. Discover now