¡Café para dos!

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Heriberto se despertó sintiendo su brazo dormido, y sonrió al ver el hermoso motivo en su brazo. Victoria dormía plácidamente, y él se movió para ponerse más cómodo con ella. Victoria gimió suavemente, un gemido socarrón, porque estaba en una buena posición.

Heriberto sonrió y le pasó la mano por el costado del cuerpo, sintiendo su piel estremecerse. Ella se dio la vuelta y le empujó el trasero.

- Creía que estabas dormida. - le olisqueó el cuello y la oyó gemir de deseo.

- Lo estaba, me has despertado. ¿Qué es lo que quieres?

- A ti.

- Ya estoy aquí.

- ¡Te quiero para siempre! - la giró para que estuvieran uno frente al otro. - No soy lo suficientemente hombre para tener una mujer diferente en mi cama. ¡Quiero que seas la única!

- ¡Vas demasiado rápido! ¡Ni siquiera sé lo que te gusta desayunar!

- ¡Sí que lo sabes! ¡Mi nuevo desayuno favorito es Victoria Gutiérrez!

- ¿Cómo sabes mi apellido, hace mucho que no lo uso?" Se incomodó y se movió en la cama, sentándose y apartando el edredón.

- Antonieta me dio una de tus tarjetas, me dijo que era una vieja, porque no le habían hecho ninguna nueva desde que cerró la tienda.

- Lo sé, tú y ella siempre estáis compinchados. ¿Qué te apetece desayunar? Y hablo de comida, la verdad es que tengo hambre.

- Podríamos pedir el desayuno o la cena. Conozco un sitio genial que hace entregas a domicilio las 24 horas.

- ¿Qué tienes en la nevera? Puedo hacer algo rápido para los dos. - Se levantó, le dio una bata y se puso los pantalones del pijama.

- Venga, vamos a averiguarlo.

La felicidad de Heriberto brillaba en sus ojos. Se sentó en el banco y la dejó hacer su magistral trabajo en la cocina. Victoria, por su parte, cogió un poco de queso, unas lonchas de parma y unas uvas. Las llevó a la encimera y las puso en un plato. Cogió una baguette y la cortó en rodajas, una cucharada de mostaza, nata agria y aceitunas.

Pica las aceitunas y añade la nata agria y la mostaza, pimienta, sal y orégano. La pasta fría para el pan estaba lista. Heriberto se limitó a admirarla. Una mujer hermosa de la que estaba enamorado.

- Ni siquiera te pregunté qué querías comer. Soy un idiota. Aff, no me dijiste nada. Me dejaste hacerlo a mi manera. - Ella tenía las manos en los bolsillos de la bata y le miraba llorosa.

- Tú eres la reina aquí. Yo obedezco y como todo lo que me das. Ven aquí, niña traviesa. Victoria, estoy descubriendo una faceta tuya que me deleita a cada instante. - la estrechó entre sus brazos y le besó los labios.

- ¿Descubriéndome? Yo no soy todo eso. - sus brazos se entrelazaron alrededor de su cuello.

- A ver, encantadora, quiero decir en todos los sentidos, celosa, dulce, astuta y a ver...- le empujó fingiendo estar enfadada. - Ah, sí, enfadada.

- Heriberto, eres un pesado, estoy enamorada de ti y dices eso de mí. No debí hacer caso a Antoinette ni a Oscar, no debí llevar las magdalenas al hospital. - dijo con sentimiento.

Siempre había sido segura de sí misma, independiente y no se dejaba influir por los demás. Pero cuando se trataba de Heriberto, era como una adolescente que se enamora por primera vez.

- Oye, Victoria, apenas nos estamos conociendo, recuerda que soy un explorador de la tercera edad y me siento como un joven que acaba de encontrar a la mujer de su vida. - Se acercó y la acercó lentamente a su lado.

Una nueva oportunidad de amar - en español✅Where stories live. Discover now