Postres gourmet

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Victoria había estado despierta toda la noche, tenía que preparar los postres que había encargado su amiga. Los había metido en cajas para llevarlos al lugar de la fiesta donde Antoinette se encargaría de la comida de fiesta. Todo estaba listo cuando miró su reloj y se dio cuenta de que si no llamaba a sus hijos para entonces, llegaría tarde a la fiesta.

- Max, levántate, ¡tienes cinco minutos! - se vuelve a tapar con la manta.

- Mamá, aún es temprano, ¡déjame quedarme!

- Ni hablar Max, ¡no puedo volver aquí a recogerte e iremos al colegio! - puso su ropa sobre la cama y se fue.

Siempre era así, Victoria siempre consentía a sus hijos, su café y merienda estaban listos, mientras Max se levantaba, hacía su aseo, ella despertó a Fernanda.

- Cariño, ya estás lista, ahora levántate, haz tus necesidades y baja a tomar el café. - la niña tenía 7 años, era inteligente y siempre o casi siempre hacía lo que su mamá le decía.

Una vez que los niños estuvieron en la cocina, subió a su habitación, se duchó y luego salió con ellos. El trayecto hasta el lugar de la fiesta era un poco largo, y Victoria temía llegar tarde, cuando a mitad de camino Fernanda habló alegremente.

- Mamá, ¿podemos quedarnos en la playa después del trabajo? - dijo, señalando el hermoso mar.

- Estás loca, mocosa, ¡nos vamos a la escuela! - refunfuñó Max, que se había vuelto retraído tras la muerte de su padre, pero quería a su madre.

- Hoy es sábado, idiota.

- ¡Basta, los dos! - Victoria los miró por el espejo retrovisor, tomó su celular y vio que realmente era sábado. - Mierda, lo siento mis amores, ¡hoy sí que es sábado!

- ¡Cuidado con lo que dices, mamá! - dijo la chica tapándose la boca para no reírse.

- ¡Y aquí estoy! ¡Qué pesada!

- Cálmate, Max, vamos a disfrutar del día, ¿vale?

Era conducía hacia la parte noble de la ciudad, hacia las casas junto al mar, y justo cuando iba a cruzar la carretera para entrar en una calle, un coche, no sabía dónde, chocó contra el lateral del coche de Victoria. Todos se sobresaltaron.

- ¿Estás bien? ¿Fernanda? ¿Max?

- Sí, mamá, lo estamos, ¡pero no tus dulces! - Max señaló las cajas.

- ¡Mil veces mierda!

- ¿Estás bien?

Cruzó su mirada con la de él, y por unos segundos sus mundos se detuvieron, hasta que Fernanda la llamó, porque Antonieta estaba al teléfono.

- Mamá, ¡la tía está al teléfono!

- Hola, ha surgido algo, enseguida voy. - ni siquiera escuchó lo que quería su amiga y colgó. - Max, coge un taxi, tenemos menos de 20 minutos para llegar a la fiesta.

- Señora, he chocado con su coche, ha sido culpa mía, necesito su seguro o su número de teléfono. - la miró con preocupación. - ¡Déjeme llevarla!

- ¡Mamá, el taxi! - Max se acercó a ella y recogió las cajas, todos los dulces habían sido destruidos.

- Mamá, por favor. - estuvo a punto de suplicar, pero ella no le hizo caso. - Déjeme al menos pagar el taxi.

- Gracias, ya es tarde y tengo que irme.

Cuando llegó el taxi, Victoria corrió a la cocina, sus hijos estaban ayudando con las cajas, y cuando las abrió sintió ganas de llorar.

- No me lo puedo creer, ¿y ahora qué?

- Siempre saca un conejo de la chistera, ya se nos ocurrirá algo, la fiesta será dentro de dos horas, algunos médicos han llegado tarde, pero a la señora Bernal le gusta tenerlo todo preparado. - Antonieta siempre es optimista.

- No traje nada, tuve que dejar los postres aquí y eso fue todo.

- ¡Después nos vamos a la playa! - dijo Fernanda con el ceño fruncido.

- Una hora, necesito una hora, y algunos ingredientes ¡Vale! - besa a su hija e intenta besar a Max, que se va.

- Déjalo en paz, vete a dar una vuelta por la finca con Max, pero Fernanda, no te quedes cerca de la casa ni del lugar de la fiesta ¿vale? - le guiña un ojo a la chica que sale corriendo. - Muy bien, ¿qué necesitas?

- De la dispiensa, vamos a ver que hay en la casa para poder cocinar.

Las dos se van, y mientras charlan no se dan cuenta de que alguien ha entrado en la cocina.

- ¿Seguro que vive alguien aquí, esta dispiensa está prácticamente vacía, comen fuera todos los días?- sale y ve al hombre que chocó contra su coche.

- Victoria, te presento al doctor Heriberto Ríos Bernal. - Antonieta les sonríe a ambos.

- Y sí, nunca estoy en casa, ¡como siempre fuera!

Se quedó parada sin saber qué decir, pero quería salir corriendo de allí.

Se quedó parada sin saber qué decir, pero quería salir corriendo de allí

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Una nueva oportunidad de amar - en español✅Where stories live. Discover now