22. Bomba de tiempo

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El camino de regreso comparado con otras veces fue silencioso. Los ojos de ella se mantenían en la carretera, estáticos. En otras circunstancias diría que la causante de aquello era yo, sin embargo la neblina causada por la reciente nevada dificultaba
el campo de visión, requiriendo un mayor grado de atención sobre el volante.

No hablamos en todo el camino, el primer cruce de palabras se dio una vez el coche se encontraba estacionado frente a mi hogar.

—gracias por traerme, fue lindo compartir la tarde contigo.

—cualquier cosa que necesites llámame, ¿si?

Asentí y sus ojos finalmente abandonaron el parabrisas para concentrarse en los míos.

—claro, nos vemos mañana.

Amague en abrir la puerta del coche, sin embargo su mano posicionándose sobre la mía me detuvo.

—Espera, Piper.

Volví a centrarme en ella.

—¿que sucede?

Su cuerpo se impulso hasta donde el mío se encontraba, depositando un pequeño beso sobre mis labios.

—listo, ahora puedes irte.

—¿y eso?—pregunté con una sonrisa dibujada entre mis comisuras.

—no podía dejarte ir sin haberte dado un beso primero.—murmuró aún a centímetros de mi boca.

—eres impredecible, lo sabes. ¿no?

—no creo ser una persona impredecible.—admitió.—solo tengo la suerte de que tu seas muy despistada.

—no soy una persona despistada.— me queje.

—podría entrar a robar en tu casa a plena luz del dia mientras estoy tocando el tambor y tu no te darías ni cuenta.

—¿sabes tocar el tambor?—levante una ceja.

—baja de mi coche antes de que me arrepienta en dejarte ir.

—¿no quieres que me vaya?

Sus ojos abandonaron los mios, bajaron hasta mis labios.

—¿y eso que más da? Te iras igual.

Asentí con lentitud.

—eso temo.

Su cuerpo se alejo del mio, volviendo a erguirse sobre su asiento. Sabía que había algo en la situación que no le gustaba, también sabía que no pensaba decírmelo.

Odiaba los secretos, aunque no era la persona más indicada para quejarme de ellos. Guarde silencio.

—¿nos vemos mañana?—pregunto finalmente.

—nos vemos mañana.— afirme.

—descansa, Pips.

—que tengas una bonita noche, Michelle.

La puerta del coche se abrió, dejándome bajar y encontrandome con el exterior, donde la nieve caia sobre mi cabello. Comencé a caminar hacia la entrada de los Brown, dejando a mi paso un camino de huellas sobre la capa blanca que de a poco comenzaba a cubrir las calles.

Me maldije por no salir más abrigada, el frío me cosquilleaba en la punta de la nariz.

Golpee tres veces sobre la madera, advirtiendo de mi llegada.

Respire hondo, intentando no divagar entre mis pensamientos. No quería precipitarme en buscar una respuesta a la llamada de Sophia, prefería escucharlo todo de ella sin que mi cerebro se tomase el tiempo de habérselo imaginado antes.

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