21. Solsticio

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El gimnasio del colegio la gran parte del tiempo era un buen lugar para estudiar. Solo vas, te sientas en la última fila y sacas de lo más profundo de tu mochila aquellos deberes que no has tocado en días o inclusive semanas.

Ahí estaba yo, intentando resolver uno de aquellos ejercicios de matemáticas que están creados con la única finalidad de romperte la cabeza.

Lami la yema de mi dedo indice y voltee la hoja de mi cuaderno con el propósito de releer la consigna del ejercicio seis.

"¿puedes decirnos cuantas manzanas se comió pepito?"

Vuelvo a voltear la hoja, vuelvo a leer el resultado.

Si mis cálculos no fallaban, pepito se habia comido -372,04 manzanas.

Aquello tenia mucho sentido para mí. Agarre mi bolígrafo y comencé a escribir la respuesta en forma de oración.

Aquello estuvo sencillo, tal vez no era tan mala en matemáticas después de todo.

—¡vamos de nuevo! ¡¿que les pasa chicos?! ¡lo están haciendo fatal!

Saque la vista de mi cuaderno y la centre en la lejania, donde él equipo de animadores se encontraba entrenando. La entrenadora May se oía molesta.

—¡estoy haciendo todo lo que puedo!— Milton extendió sus brazos en señal de rendición.

—¡aquello no es verdad!— se quejo la entrenadora May.— ¡ustedes pueden mucho más!

—dicelo a mi lumbar.— fue el turno de Mackenzie para quejarse.

—repasamos la coreo una vez más y luego podrán irse.— la entrenadora se acercó hasta el parlante que se encontraba sobre la primera grada. —los quiero a todos en sus lugares.

—¡todos conmigo!— vocifero Sophia por lo alto, poniéndose a la cabeza de la coreo.

—¡escucharon a la capitana! ¡muevanse!— volvió a ordenar la entrenadora May.

—detras de ti, Soso.— se hizo notar Daisy.

Frunci el ceño.

¿Soso?

La rubia rio en respuesta al escucharla, una sonrisa prevalecía en su rostro.

Rodé los ojos.

Ese apodo era estúpido.

Para cuando la coreo comenzó mis piernas ya se encontraban apuntando en direccion a la cancha.

Sophia había sido nombrada capitana del equipo y aquello no era sorpresa, después de todo era normal que en un campo lleno de girasoles todos estuvieran volteados en direccion al sol.

¿Saben lo que no era normal? Que a mi me dejase marchitandome bajo la sombra mientras ella se encargaba en darle luz a otras flores.

Me preguntaba cuanto tiempo más podría pasar sin que ella me dirija la palabra. Extrañaba nuestras risas de medio día y nuestros mensajes pegados con cinta adhesiva sobre nuestras ventanas por la media noche.

Extrañaba a mi mejor amiga y aquel dolorcito que sentia en el pecho no se lo deseaba a nadie.

Me repetía a mi misma a diario que no debía ser egoísta, que ella estaba pasando por un duelo que me correspondía respetar aunque aquello provocase que mi cuerpo expuesto en carne viva se ahogue en un mar de sal, sucumbiendo a la muerte.

Sacudi la cabeza hacia los costados, intentado alejarme de los pensamientos que intentaban carcomerme desde lo más profundo de mi ser.

Cereal loversWhere stories live. Discover now