33 | Ahogarse en el pasado

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33 | Ahogarse en el pasado


Hannah

Besar a Dan no tarda en convertirse en mi actividad favorita.

De pequeño lo vi muchas veces en bañador, pero había olvidado la cantidad de pecas que le cubren los hombros y la espalda. Cada vez que tengo la oportunidad, me dedico a besarlas una a una como si se tratase de una colección que quiero completar. Me rindo ante la idea de contarlas porque, por supuesto, es incapaz de quedarse quieto más de quince segundos seguidos.

Todo con él es natural y cómodo; un lugar seguro en el que todo parece estar bien.

Aun así, a pesar de la burbuja de felicidad en la que me siento flotar gran parte del día, las palabras de James no dejan de repetirse en bucle en mi cabeza.

«No le rompas el corazón, Hannah, por favor».

Es lo último que quiero. Y es por eso que la mañana de Navidad decido seguir aprendiendo a quedarme. Llevo más o menos una hora viendo los vídeos antiguos de mi padre, esos que llevaban cogiendo polvo desde que él se fue y ninguna de nosotras se atrevió a mirarlos más. No hasta días atrás, al menos.

He encontrado en ellos una especie de agridulce serenidad, como si algo dentro de mí se rompiera y sanara a la vez. Llevo años tratando de cerrar unas heridas que aún escuecen, pero ahora siento que las partes que cicatrizan lo hacen de verdad.

He estado viendo los vídeos cuando estaba sola en casa. Cuando mi madre está en el trabajo o sale a comprar. Hoy, sin embargo, estoy tan inmersa en un vídeo que mi padre grabó en su última Nochevieja que apenas la escucho entrar por la puerta.

—¿Qué haces? —pregunta, y su voz es fría como el hielo.

De mi ordenador suenan risas, exclamaciones de «¡feliz Año Nuevo!» y el pitido de los matasuegras. La cámara debía de estar apoyada en algún lado, porque salimos todos. Detengo el vídeo, y cuando me vuelvo hacia mi madre, está tan inmóvil que parece que la he pausado también a ella.

—Estoy viendo vídeos antiguos de papá —empiezo a decir, y se me escapa una sonrisa nerviosa mientras tanteo el terreno—. He estado usando su cámara para ayudar a Dan con...

—¿Por qué la has cogido? —me corta—. ¿Y si se rompe?

—He tenido mucho cuidado. De todas formas, llevamos años sin utilizarla. Ni siquiera hemos pasado los vídeos al disco duro.

—¡Me da igual! Era de tu padre, Hannah. Como poco, deberías haberme pedido permiso. Y no deberías perder el tiempo en estas cosas cuando deberías estar estudiando.

Es la misma excusa que he empleado durante años: revivir el pasado es perder el tiempo; decir adiós y olvidar, la única forma de seguir adelante. Pero es que mi madre también lleva años corriendo de todo lo que siente.

—¿Perdiendo el tiempo? Son los vídeos que hizo papá, eran importantes para él.

—Por supuesto, por eso los dejamos donde están. Sus vídeos, y su cámara. No te puedes agarrar al pasado si quieres dejarlo ir.

—Yo no me...

—Sí lo haces —afirma con severidad—. Ni siquiera eres capaz de conducir fuera de Hawthorn todavía, y otra vez te has hecho amiga del niño de Diane y Marvin. Habíamos pasado página, ¿por qué quieres volver a atascarte? ¿No lo hemos pasado lo bastante mal, Hannah? Y ahora, tú...

Menea la cabeza, decepcionada. Herida. No necesito que termine la frase para darme cuenta de que me está culpando de sacar a rastras el pasado de la tumba y airearlo por toda la casa. «¿No lo hemos pasado lo bastante mal?».

Entre líneas | ✔Where stories live. Discover now