17 | Invierno en las venas

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⚠⚠ Aviso de contenido sensible/TW ⚠⚠

(Este aviso es acerca del capítulo que vas a leer ahora,
por lo que puedes saltártelo si lo consideras spoiler).

- Acefobia

- Neurocapacitismo

¡Cuídate!


17 | Invierno en las venas


Hannah

Como cada vez que paso la noche con mis amigas, soy la primera en despertarme.

No sé si es mi reloj interno, que está programado para nunca, bajo ningún concepto, dejarme dormir más allá de las diez, o si es cosa de tener una madre a la que parece que le molesta verme sin hacer nada durante más rato de la cuenta. Sin embargo, al abrir los ojos veo que el salón de Kylie está lleno de luz y sé que no voy a volver a dormirme.

Sí que me acurruco un poco más para mantener el calor que se ha acumulado a lo largo de la noche. Phoebe, en el sillón de al lado, se ha convertido en un bulto gris y no se le ve ni el pelo, tapada hasta la cabeza con la manta.

En el salón, todo está de por medio por culpa de la fiesta. No estuvo mal. Me pasé parte de la noche con Beth, y luego salí al jardín con Rachel y Owen a charlas un rato donde pudiéramos escuchar nuestras propias voces. No me molesta la música fuerte, pero, por algún motivo, no estaba cómoda viendo a Kylie tan pegada a Dan.

No entiendo por qué una parte de mí es tan protectora con él. Siempre lo fui, de pequeña, pero han pasado tantos años que ni siquiera tiene sentido. Tampoco es como si él necesitara que yo lo protegiera de nada, claro. Pero aun así no lo puedo evitar.

La barriga me ruge de hambre, así que decido levantarme para desayunar. Al hacerlo, me debato durante unos segundos sobre si tirarme en plancha encima de Phoebe, pero decido dejarle un rato más de sueño y recorro el pasillo en silencio de camino al baño.

Me lavo la cara para quitarme las legañas, mojándome sin querer el flequillo en el proceso. Al salir, casi me doy de bruces con un Daniel de pelo revuelto y ojos medio pegados que acaba de dejar la habitación de los padres de Kylie.

—Buenos días —lo saludo en voz baja, reponiéndome del sobresalto.

Él me dedica una mirada inundada de la confusión propia de quien se acaba de despertar y me fijo en las ojeras que oscurecen sus párpados inferiores.

—Buenos días —repite, con la voz algo ronca del sueño. Me dedica una sonrisa cansada y cierra la puerta de la habitación para que no despertemos a Kylie—. ¿Qué tal has dormido?

—Bien, teniendo en cuenta que ha sido en un sofá. ¿Y tú?

—Me cuesta dormir en otra cama que no sea la mía —admite, pero algo en su voz me hace sentir que no me está diciendo toda la verdad. Eso, y que no necesitó ni cinco minutos para dormirse en el suelo de su habitación—. Pero bueno, bien. Voy a irme ya a casa.

—Yo voy a hacerme un té, ¿quieres uno antes de irte?

Mientras duda, se le escapa un bostezo que intenta contener como puede.

—Sí, vale. Gracias.

Le indico que voy a ir preparándolos y me hago a un lado para dejarlo pasar al baño. He estado tantas veces en casa de Kylie que me manejo por su cocina como si fuera la mía; enciendo el hervidor de agua y cojo de mi mochila unas galletas de chocolate sin gluten que me traje para tener hoy algo que desayunar. Las dejo sobre la mesa de la cocina y, en lo que tarda Daniel en volver, agarro una bolsa de basura para tirar vasos de plástico y latas de cerveza que se quedaron anoche por medio.

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