Él termino de entrar en mi habitación, y yo sonreí al verle.

Su cabello iba desordenado cómo siempre, ¿cómo podía lucir también con una simple camisa polo negra, y unos jeans desgastados?

—Porque de no ser así, algún chico podría acercarse a mí.

El bufo con fastidio.

—Vale, eso es motivación suficiente.

—Eres un celoso, no conocía esa faceta tuya Nguyen.

Lo ví sonreír por el espejo.

—Mi apellido saliendo de tus labios suena increíble.—mencionó.—Y no, no soy un celoso, te protejo de adolescentes estúpidos.

—Nosotros somos adolescentes estúpidos.

—Si, pero un poco menos que los otros.

—Eres un celoso.—finalice.

—Vale, puede que un poco.

Alce mi ceja, estaba mintiéndome.

—Okay, puede que mucho.—dijo resignado.

Seguí arreglándome, y mi debate del cabello estaba cada vez fastidiándome más.

—¿Qué haces?.—le pregunté al ver cómo estaba mirándome.

—Cuando tu cabello está suelto, puedo jurar que es mi mayor debilidad, ¿te lo había dicho?.

Y justo ahora estoy segura que soy un maldito tomate.

Me alejé del espejo y fui hasta Elika que estaba sentado en mi cama y deposite un beso en sus labios.

Decidido, el cabello suelto ganó.

—Podría acostumbrarme a esto.—sonrió y acaricio mi mejilla.

Mi celular vibro y alumbro el nombre de Chase, sentí cómo Elika cambiaba su postura y su mirada reflejaba incomodidad.

—Hablaré con él.—le aseguré.—Solo que ahora está con su familia, y no veo prudente hacerlo por celular.

—Tómate tu tiempo.—aseguró Elika.

Pero sabía que no estaba contento con eso.

—Te espero en el auto.—informo y se salió de mi habitación.

Joder.

Busqué mi bolsa, y antes de salir me despedí de mi padre. La navidad podía sentirse en clima estaba que congelaba traseros, al llegar al auto de Elika abrí la puerta del copiloto y me senté, cerré la puerta y me giré para verle y su semblante estaba serio.

El encendió el motor y emprendimos camino a la casa de Sophie.

El camino estuvo zumbido de un silencio incómodo, nadie emitía ni un sonido, lo único que casi se podía escuchar era el aire acondicionado del auto. Cansada del silencio estiré mi brazo y encendí la radio, y Bruno Mars ahora inundaba el auto.

No me sueltes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora