Capítulo 11

194 14 1
                                    


Lo que pasa con la escritura es que no puedo saber si me está curando
o destrozando

—Anonimus

Silencio.

Un silencio doloroso.

Mi pecho subía y bajaba por la desesperación de querer ir tras él, por su confesión. Su confesión retumbaba en mi cabeza, no estaba acostumbrada a que alguien me soltara algo así en las narices.

Y menos mi mejor amigo, no lo esparaba.

Elika siempre había sido muy reservado con su sentir, siempre tan reservado con sus pensamiento, sabía que confiaba en mí, lo sabía más que nada pero algo no le permitía contármelo todo.

Y ahora lo sabía, ahora sabía lo que era.

Una lágrima cayó por mi mejilla, y sabía que seguida de esa vendrían muchas más.

Una tras otra, sin parar, sin siquiera pedir permiso.

Vendrían porque mi alma se estaba ahogando.

¿Por qué me habías dicho todas estas cosas?

¿Por qué ahora?

Esto no es posible. Está mintiendo.

Tiene que ser una broma.

Pero Elika nunca me mentiría, Elika jamás mentiría.

Él solo estaba siendo sincero.

Y tal vez lo que estaba por hacer era la decisión más desesperada, o tal vez solo estaba siguiendo a mi corazón.

Corrí tras él, y aunque sabía que no lo encontraría atrás de la puerta, mi corazón brincó de alegría al verlo en el auto, pero volvió a romperse al verlo destrozado, estaba llorando.

Elika estaba llorando.

Joder.

Corrí hasta su auto en el cual él se encontraba, y toque el vidrio con delicadeza.

Unos pequeños toques hicieron que él subiera su mirada.

Y puedo jurar que el sonido de mi corazón hizo un estruendo por toda la ciudad, y cada pedazo había caído dispersado por el suelo al ver cómo Elika subía su mirada cargada de sentimientos, lágrimas empapaban todo su rostro.

Abrí la puerta de su auto y busqué el botón que colocaba el asiento hacia atrás, al hacerlo me senté en sus piernas y me acurruqué en él, me acurruqué porque necesitaba sentirlo, necesitaba que supiera que ahí estaba.

—Hada...

—Yo... solo...

—No tenemos que hablar, podemos simplemente estar.

Y puedo jurarles que estuvimos acurrucados en su auto por horas, la noche nos abrazó con una enorme luna.

Supongo que esa luna sabía que hoy la necesitaríamos más que nunca, que hoy sería nuestra recompensa, y nuestra gran compañera, ella hoy escucharía nuestros anhelos, y se llevaría nuestros lamentos.

Y en todas esas horas que estuvimos en silencio, al fin Elika había decido romper ese silencio tan abrazador.

—Ada, puedes romper mi corazón.—susurró.

—No quiero romper tu corazón, Elika.

—Está bien, Hada.—aseguró en un susurró.—Mientras tú quieras estar con él, yo puedo quererte y querer estar contigo, puedo esperarte, créeme, mi corazón puede hacerlo...

No me sueltes. Where stories live. Discover now