De las razones que el corazón no entiende

Start from the beginning
                                    

Alexander la miraba con emociones encontradas en su pecho, jugando a las escondidas en un espacio demasiado reducido. Llevaba tiempo con una pregunta bamboleando entre sus labios y quizás fuera el hecho de que Bianca no lo hubiese presionado, lo que lo impulsó a hablar por primera vez.

—¿Dónde está Wolf? —preguntó, tratando de no sonar demasiado curioso, pero fallando terriblemente en el proceso. Bianca sonrió con los ojos cerrados, al sentirse en paz por primera vez en diez largos años.

—Alex, tengo que contarte algo —dijo la muchacha, sin abrir los ojos.

—No quiero iniciar una conversación, solamente responde lo que...

—Tú no tienes que decir nada —cortó en medio de la frase la chica, abriendo sus orbes castaños para observarlo bajo la luz que irradiaban las flores, que los cubrían de tonos rojos, amarillos, azules y violetas—, la única que tiene que hablar soy yo Alex. No lo tomes a mal, pero creo que llegó la hora de explicarte algunas cosas. Sé que debí ser sincera desde el principio, pero tenía miedo. No sabía si podía confiar en ti y tampoco quería involucrarte demasiado, si podía evitarlo.

—Pero no pudiste —respondió el príncipe, cortante.

—No. No pude. Y sé que eso no justifica nada, que no debí ocultarte estas cosas, porque después de todo también te involucran a ti. Pero creo que es momento de hablar. Sé que no eres estúpido y ambos tenemos claro que las anteriores historias de las que te hablé, sobre cómo murió mi familia, no eran del todo verdad.

—O más bien eran asquerosas mentiras —espetó con brusquedad y voz rasposa.

—Sí y no. Solo déjame hablar. Tú puedes juzgar después lo que te plazca. Pero recuerda que ya no tengo nada que perder. Y al menos intenta escucharme. No te pido que me creas, ni que me perdones, pero espero que al menos comprendas que tan involucrada estoy yo en todo esto y porque no quise lo mismo para ti.

El chico miró a la nada, con el ceño fruncido y los brazos sobre las rodillas, durante un largo minuto.

—Está bien —respondió.

Bianca inhaló todo el aire que pudo, haciendo una pausa sin prisas.

—Deberías sentarte, esto va a tardar —Alex se agachó frente a ella, cruzando sus brazos sobre las piernas—. Bien, para explicarte lo que ocurrió, debo comenzar con el hombre que, sin quererlo, atrajo a Marius hasta nuestras vidas: Mi padre.

Timo White era un hombre que evitaba inmiscuir a sus seres queridos en asuntos militares. Su vida privada y su vida pública siempre fueron dos cosas separadas y a diferencia de muchos hijos de grandes hombres, nosotros estábamos al margen de los asuntos de la corte, sus intrigas y cualquier movimiento político que surgiera aquí o allá.

Mis hermanas, Celeste y Rosalía eran como cualquier chica con educación. Esperaban casarse bien algún día y vivían para coquetear con cualquier joven militar que llegara al pueblo, cosa constante, porque claro, vivíamos en un poblado estacionario.

Como todo poblado estacionario en las últimas décadas, jamás conocimos otro hogar gracias a la paz que existía en todo el reino. Mi hermano Wolfgang y yo, por el contrario, vivíamos para hacer travesuras y soñar con batallas y dragones. Eran días tranquilos, aprendíamos a leer, a escribir, a bailar, a nadar. Nada espectacular. Pero las cosas comenzaron a cambiar cuando yo tenía ocho años.

Hasta hace muy poco no sabía la razón, pues como te explicaba, Papá evitaba hablar de esas cosas. Pero fue en aquella época que él se ausentaba con más regularidad, para cuidar a tu hermano, Max. Aún así lo veíamos de vez en cuando y siempre traía alguna historia interesante de las batallas contra los Mordos o alguna que otra bestia salvaje. Entonces, dos años después ocurrió algo extraño.

De Príncipes y Caballeras - Los Seis Reinos #1Where stories live. Discover now