De las razones que el corazón no entiende

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El tiempo pasaba en un silencio incómodo para ambos, lleno de palabras que se debatían por salir de sus labios pero que jamás viajaban por el aire. El frío nocturno era insoportable, pero aun peor era el día, cuando la cabalgata los hacía sudar profusamente, provocando un clima interno que no era tan helado para calificar de invernal ni tan caluroso para ser tropical. La fiebre los había abandonado y sus heridas comenzaban a cicatrizar, convirtiéndose en molestas costras que los obligaban a rascarse de tanto en tanto. Más de una vez Bianca quiso reír al ver a Alex en extrañas y contorsionadas poses para llegar a los lugares más difíciles, pero se mordía las mejillas y evitaba expresarse de cualquier manera. Por lo que su único intercambio de gestos ocurrió una tarde en que Alex simplemente no conseguía rascarse la espalda y Bianca, en un momento de iluminación, tomó la grasa que utilizaban para limpiar las armas y se la aplicó en la espalda. Olía terrible y se sentía como baba de caracol contra la piel, pero Alex dejó que la chica repitiera ese gesto de vez en cuando, aliviando la picazón por un par de horas.

El camino era un cementerio de árboles y durante al menos dos jornadas continuó en la misma monotonía, haciendo que los chicos se preguntaran si estaban dando vueltas en círculos o si la carne de cuervo era una mejor opción a morir de hambre. Pero en el tercer amanecer en la montaña, los yermos y rocosos caminos se tornaron más suaves. La hierba seca fue lo primero que divisaron a medida que el empinado sendero cambiaba de dirección. Pronto la hierba seca se transformó en algunos arbustos espinosos, que dieron paso a algunos arbustos verdes, luego pasto nuevo y tierno, algunos rosales y poco a poco más vegetación.

Aquel atardecer, Bianca miró hacia atrás contemplando las montañas con añoranza, para luego voltear y continuar con su travesía.

Alexander quería hablar. Llevaba tiempo desesperado por hacerlo y por muy firme que fuera siempre en sus decisiones, la chica se lo ponía difícil. Y es que estaba descubriendo que en cosas del amor mantener la palabra nunca era tarea fácil, en especial porque el corazón no entiende de razones.

El cielo se torno rojo, naranjo, morado y toda una gama de colores a la vez, dejando entrever las luces del ocaso entre las nubes de algodón y tanto Bianca como Alex disminuyeron el paso, disfrutando del cambio de temperatura que traía consigo la vegetación.

Los árboles comenzaron a tapar la vista del cielo, tejiendo una red infinita de hojas y ramas que se movían al compás de la brisa, cuyo sonido era música para los oídos de Bianca quién estaba harta de escuchar el rugido del viento en las montañas. Las plantas se extendían por doquier sin dejar espacio a un sendero propiamente tal, por lo que Alex y su caballera se vieron obligados a descender de sus corceles y caminar de forma acompasada. La muchacha se quitó sus botas, disfrutando del contacto del mullido pasto en sus adoloridos pies y dejó las pieles que la cubrían hasta entonces sobre Rómulo, quien le dedicó una mirada un tanto molesta por el exceso de equipaje.

La noche era tibia y ninguno de los dos hizo ademán de detenerse hasta que los búhos comenzaron a ulular, indicando que no era hora de seguir a tientas por el camino.

Las flores brillaban con un fulgor enceguecedor, otorgándole cierta magia y calidez al ambiente, que la chica agradeció después de tantas noches con figuras fantasmagóricas a sus espaldas.

Con calma, amarró los corceles en un grueso árbol rodeado de musgo cuyas flores caían como campanas magenta con pistilos refulgentes.

No había necesidad de encender una fogata, los árboles los abrigaban del viento nocturno, incluso del cielo, con sus ramas frondosas que les cosquilleaban el rostro a cada paso que daban. Bianca tomó una de las pieles y la extendió sobre la hierba fresca, como hiciera tantas veces su padre en aquellos soleadas jornadas en el campo. Se sentó con las piernas cruzadas, recordando y permitiendo a su memoria huir por unos breves instantes, para llenarse de energía una vez más.

De Príncipes y Caballeras - Los Seis Reinos #1Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon