De mentiras Blancas y dragones rojos

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Bianca no logró pegar ojo en toda la noche, pues no estaba acostumbrada a mentir. Por lo general prefería no contar nada sobre ella y así seguir feliz y campante. Pero aquello había sido una mentira en toda regla.

«­Fue una versión parcial de la realidad, algo así como una mentira Blanca», se dijo a si misma, tratando de convencerse lo suficiente para ignorar el peso de su conciencia. Alexander se había quedado dormido a su lado en algún punto de la madrugada y parecía ajeno a todo lo que ocurría en la inquieta mente de la caballera.

Mentirle había sido más difícil de lo que pensaba, pues una parte de ella estaba desesperada por confiar en él. Se veía que era un idiota y un ególatra, pero algo en Alex, quizás sus acciones de las últimas jornadas, le decía que no era un mal tipo. Y eso solo la hacía sentir más culpable. Sabía que para llegar hasta Marius, solo tenía un boleto de entrada y ese era Alex. Pero el plan era más simple en la teoría que en la práctica y usar al príncipe de esa manera era bajo hasta para el más bajo de los hombres. «No para Marius», pensó Bianca sintiéndose peor. La idea de estar actuando como ese hombre la hizo sentir sucia. Comprendiendo que no había forma que el sueño llegara a ella, se levantó con sigilo y se salió de la habitación para asearse un poco.

Alex abrió los ojos igual de cansado que ella, pues su aparente sueño no había sido más que eso, un intento penoso de dormir. Y es que él tampoco había sido capaz de descansar. Había algo en la historia de Bianca que no encajaba y sacando las cuentas era fácil saber por dónde empezar. Bia había dicho que era caballera desde los trece años, pero la historia de la muerte de su familia, había ocurrido hace diez. Y ella solo tenía veinte. Había tres años perdidos en esa historia y eso le daba mala espina.

«¿Que ocultas Bianca?» Pensó, dándose vuelta entre las sábanas como un embutido.

La chica entró a la habitación cubierta por una manta, pensando que Alex aun dormía y buscó en el piso su ropa tirada.

—Apreció la buena vista matutina —Alex se había parado a su lado, casi matándola del susto.

La falta de sueño mantenía sus reflejos lentos y el príncipe decidió que mientras averiguaba la verdad, jugarle un par de bromas a su nueva amiga no le caería para nada mal.

—Vete de aquí —dijo Bianca irritada.

Alex le ganaba por más de dos cabezas de altura y aunque sabía que la chica tenía una fuerza igual o superior a la de él, ni por mil palizas en el mundo habría dejado de incomodarla.

—No. —El príncipe se cruzó de brazos en un gesto retador. Y a Bianca le gustaba jugar demasiado. Si el príncipe quería un espectáculo, eso era lo que le iba a obtener.

Dejó caer la manta que cubría su cuerpo, quedando en una delgada blusa frente a él. Alex comenzó a tragar saliva y la habitación le pareció demasiado caliente de un momento a otro.

—Así que esto era lo que querías ¿No? —dijo Bianca acercándose a su oído. Aunque no era muy aficionada a ese tipo de actitudes, tampoco era tan ingenua. Había tenido maestros de sobra con todas las princesas y príncipes que se habían cruzado en su camino, y gracias a ellos, conocía a la perfección como dar vuelta la tabla del juego.

Lentamente empujó su cuerpo contra el de Alex, acorralándolo hasta botarlo sobre la cama. Alex no sabía muy bien que pensar, pero sus instintos primitivos podían ser tremendamente traicioneros y no le importó saber qué estaba ocurriendo. Después de todo tenía a una chica casi desnuda frente a él y no iba a desaprovecharlo. Bianca se agachó hasta presionar su cuerpo por completo contra el del príncipe, quien en una rápida maniobra cambio de posiciones y la dejó bajo el suyo. Con calma acercó sus labios hasta el cuello de Bianca, acariciándolo, pasando por su mandíbula hasta llegar a su boca. De una forma un tanto impetuosa y apresurada comenzó a besarla. Esa chica le hacía perder el control y no lograba dar con la razón. Bianca disfrutó el contacto desconocido de Alex, pero si quería que las cosas siguieran a favor de ella, tendría que controlar lo que fuera que le estaba ocurriendo.

De Príncipes y Caballeras - Los Seis Reinos #1Where stories live. Discover now