De la comprensión en los largos minutos sin ella

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De haber tenido la capacidad, Alexander habría expulsado humo por la boca. Y lo cierto es que no estaba seguro si aquello era producto de el alcohol o de la escena que se desenvolvía frente a sus ojos, pero podía sentir la garganta ardiéndole y la cabeza implosionando sobre sus hombros.

Bianca bailaba una animada danza con su hermano, quien sonreía ampliamente, gesto que no era compartido por su acompañante, quien se mostraba un tanto rígida y cuya piel parecía adoptar variados tonos en la gama de los verdes.

La chica giraba por el salón en brazos de Max, sintiéndose cada vez más enferma bajo su mirada escrutadora. Y es que el chico no le daba buena espina. Algo en su forma de observarla la hacía pensar en peligros y estar en aquella fiesta llena de gente que podría ordenar su decapitación en lo que se demora un suspiro en salir de los labios, la hacía temblar aterrada.

—¿Te estás divirtiendo? —preguntó Max sin cortesía ni decoro.

—Es una espléndida fiesta —respondió Bianca, tratando de no entablar una conversación con el príncipe.

—Lamento discrepar contigo, pero es una pésima fiesta. Aunque eso lo sabrías si realmente fueras una dama de sociedad. Y también sabrías la forma correcta de tomar una copa, o de descender por una escalinata. —El muchacho sonrió empequeñeciendo los ojos, otorgándole a su rostro un aspecto alarmante. Bianca sintió la sangre desaparecer de su cuerpo y sus manos comenzaron a sudar, resbalando del agarre de Max.

—Pero tranquila, tu secreto está a salvo conmigo. Aunque me intriga saber por qué, y como llegaste aquí —comentó, mostrando el tipo de sonrisa que volvía loca a las chicas, pero que a Bianca no le provocó más que un profundo disgusto.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó a su vez la muchacha, sin detenerse en rodeos innecesarios.

—¡Que carácter! —dijo Max, lanzando un silbido al tiempo que bailaban en una grácil pirueta, que las parejas dispersadas alrededor del salón replicaron con entusiasmo.

—Solo responde de una maldita vez —dijo Bianca, haciendo gala de su falta de talento con las palabras y la compostura.

—Eres muy descarada y tus modales espantarían hasta el más salvaje de los bárbaros del norte, pero supongo que es poco lo que se podría esperar de alguien como tú. Y aunque me intrigan tus razones para estar aquí, eso es algo que podemos discutir más adelante. —La mano del príncipe que se encontraba en su espalda pareció tensarse, incomodando a la muchacha.

—Pero ahora necesito tu ayuda. En media hora más se realizará una reunión en el tercer piso, tras la habitación con las puertas de caoba pulidas. Necesito que en veinte minutos más te encuentres en la habitación a la izquierda de esa puerta, la vas a reconocer por las astas de coriandels en la entrada. Y no te atrevas a huir. Si lo haces daré aviso a los guardias y te verás en serios aprietos. —La sonrisa de Max seguía siendo dulce, pero sus palabras estaban teñidas de una amenaza que reverberaba en los oídos de la chica.

—¿Por qué?

—Simple. Nadie puede saber que estuve espiando. No importan las razones. Y en caso de que me descubran, siempre puedo decir que te encontré a ti husmeando en el palacio. Ahora si no te importa, le debo un baile a la marquesa de Alondra. Fue un gusto conocerte —dijo, besando su mano. La pieza finalizó con aplausos por parte de los presentes y el príncipe se alejó de la muchacha, dejándola pasmada en medio de la pista.

Bianca permaneció inmóvil en su sitio, mientras la multitud comenzaba una nueva danza. Alexander dejó su copa vacía sobre el mesón y con paso decidido avanzó hasta la muchacha, tomándola con fuerza por la cintura. Al igual que sus pares, comenzó a bailar una lenta melodía, dejando que la chica saliera de su estupor poco a poco, hasta fijar sus ojos en los de él.

De Príncipes y Caballeras - Los Seis Reinos #1Where stories live. Discover now