De juegos en la cama

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Bianca tiró de Alex hasta que se encontraron solos en la habitación. Era diminuta comparada con la de la anterior posada, sin chimenea para calentarse en la noche y con una cama pequeña.

Demasiado pequeña.

Era una habitación para una persona, cosa que Bianca no había contemplado en su plan. Se encaminó hasta la mesita de noche y encendió una pequeña lámpara de aceite que con una tímida llama comenzó a iluminar la habitación. Se giró a ver a Alex, quien aún seguía parado contra la puerta en aparente estado de shock.

Y es que nunca antes una mujer lo había besado. No, eso era algo que él hacía, ir y besar mujeres y si una de ellas lo hacía, era porque él la había provocado. Pero esto era diferente, inesperado, toda una aventura. Y Alex quería más. Miró a Bianca con una ceja enarcada y lamiéndose los labios, esperando que ella captara su súbita...necesidad. Pero la chica había tenido suficientes emociones por el momento. Y no es que ella fuera una persona demasiado romántica, pero darle su primer beso a Alexander, frente a toda esa gente, había sido algo que ni ella misma se esperaba hacer. Si bien ya había tenido una idea de cómo se podría sentir durante el incidente del lago, aquello había sido otra cosa, pues ambos estaban totalmente conscientes. Bianca sacudió la cabeza, apartando los locos pensamientos que se enredaban en su mente con demasiada rapidez para su gusto.

—Duerme en el piso —le dijo a Alex, desvistiéndose de espaldas a él y metiéndose a la cama para evitar que el príncipe se apropiara de ella.

—¿Estás loca? —dijo Alexander, levantando la voz varias octavas.

—Ya viste lo que hice con el tipo de abajo. Si no quieres correr la misma suerte que él, cállate y duerme —dijo girándose y dándole la espalda al egocéntrico príncipe.

—¿Primero te aprovechas de mí y luego me mandas a dormir como los perros? ¡Soy tu príncipe maldita sea! —le espetó a la espalda de la chica.

Pero Bianca no era tan estúpida para caer en la discusión de Alexander y mientras este acomodaba sus cosas en el piso, ella formó una sonrisa en su cara. «Bianca uno, Alex cero», pensó.

Conciliar el sueño profundo se estaba volviendo imposible y Bia se revolvía molesta entre las sábanas, tratando de invocar a todos los dioses del sueño para que la llevaran con sus dulces brazos a una necesaria noche de descanso, cosa que por supuesto, no ocurrió.

Alex no llevaba mejor la situación, pues dormir en el piso era una tarea que no podía realizar. Ambos sentían la presencia del otro revolcándose en su miseria y en un arrebato de desesperación Bianca habló:

—¿No puedes dormir?

—Si tu estuvieras aquí abajo tampoco podrías hacerlo —masculló Alex, mosqueado.

—Juguemos a algo —sugirió inocentemente Bianca. El chico lo tomó como una invitación abierta a tomarle el pelo.

—Si por jugar te refieres a que tú y yo nos besemos, estoy dentro. —Sonrió ante su ingenioso comentario.

—No gracias —respondió Bianca, sin tomarlo en cuenta y arruinando la broma de Alex.

—Y qué clase de juego tienes en mente —respondió el príncipe, aceptando cualquier cosa que lo sacara de ese aburrimiento fatal.

—Verdad o desafío —le dijo Bianca, recordando como amaba jugar eso con sus hermanos de pequeña.

La infinidad de castigos ingeniosos que tenía bajo la manga eran abrumadores y Alex, con su deseo de molestarla, lo consideró una excelente oportunidad para continuar.

De Príncipes y Caballeras - Los Seis Reinos #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora