De cosas un tanto extrañas

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Separarse de los Garmios fue más difícil de lo que Bianca había pensado, dejándola con una sensación de vacío en la boca del estómago y un humor de perros difícil de disipar.

De haber salido el plan como tenían previsto, era probable que su mal humor hubiera sido una inconveniencia pasajera, pero una vez más, la vida le lanzaba sorpresas a la cara sin preguntarle si ella las deseaba o no. Y que Alex tuviera el descaro de coquetearle a otra pasajera del barco, era la clase de sorpresa que Bianca no había pedido, menos cuando la sorpresa venía con sospechas oscuras de por medio.

Sumida en sus cavilaciones, la chica apenas se percataba de las olas rompiendo contra la proa y las gotas que llegaban a su rostro en forma de suave rocío salado. El mediodía era en extremo brillante en alta mar, obligándola a entrecerrar los ojos y poner una mano en su frente para bloquear el sol, pero prefería un millón de veces quemar sus córneas a soportar el espectáculo que Alex estaba dando en cubierta, corriendo como cachorro detrás de la misteriosa mujer.

Habían decidido viajar por barco hasta Rampagne, pues, aunque era una travesía más larga que por tierra, era también más segura que cruzar por territorio de lobos. Aunque si alguien le hubiese avisado a Bianca de los contratiempos que iban a tener, ella habría elegido los lobos sin lugar a dudas.

Tratando de despejarse, contempló los Coriandels que saltaban cerca de la embarcación, haciendo gala de sus hermosas colas tornasoladas y sus cuerpos de venados, divertida ante las piruetas que le dedicaban, como si se tratara de una función exclusiva para ella. Wolf planeaba junto a los extraños seres, tomando pequeñas bocanadas de agua salada y lanzándolas en dirección a un Coriandel bebé, que parecía estar disfrutando montones de aquella payasada. Un rato después, los extraños seres parecieron aburrirse de la compañía del ruiseñor, quien, entendiendo el silencioso mensaje, voló hasta la proa para situarse junto a Bianca.

—Le dije que no se atreviera a ponerte las manos encima, pero jamás pensé que tu serías la que lo permitiría.

—No necesito que me sermonees Wolf —dijo la chica, masajeándose el puente de la nariz con dos dedos.

—Alguien tiene que hacerlo. El chico es un casanova y le va cualquier cosa que tenga pechos. Pero tú caíste como un costal de piedras ante sus «encantos».

—Pienso hay una buena explicación para su actuar, pero si sigues molestándome no compartiré mis sospechas contigo —respondió Bianca, dándole un pequeño empujón con los dedos.

—Vale, puede que tengas razón y haya una buena explicación para lo que sea que está haciendo en cubierta. Pero...no quiero que te rompan el corazón. —Wolf continuó mirando el horizonte y Bianca dejó que el silencio se tornara en calma.

Su hermano no lograba mantener ese tipo de conversaciones seguido, pues al estar en el cuerpo del ruiseñor sentía la necesidad de independencia que todo pájaro añora. Pero aquellos extraños momentos en que se comportaba como su hermano, la hacían pensar que era incapaz de dejarlo ir. Y eso la hacía sentir como el peor ser sobre la tierra. Lo necesitaba, tanto como al aire que respiraba o al agua que bebía. Y no pudo evitar preguntarse por primera vez que ocurriría si ella sobrevivía esa aventura y liberaba a Wolf. Una opresión se apoderó de su pecho, sentimiento que se estaba haciendo cada vez más presente en su vida.

Pensó en ir a buscar a Alex para ir a comer algo y distraerse un momento, pero luego recordó que, de seguro, él estaría haciendo alguna cosa con la chica del cabello largo y plateado. Bianca aún no conseguía entender como todo se había complicado en apenas un par de segundos.

De Príncipes y Caballeras - Los Seis Reinos #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora