CUATRO GRITOS AL CIELO

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CAPÍTULO 19


El sol del amanecer se filtraba tímidamente a través de las cortinas entreabiertas, pintando rayas de luz dorada en la habitación.


Sin haber podido pegar ojo toda la noche, me levante con la realidad abrumadora de la notificación de la UCI, golpeando mi cabeza como una marea oscura, inundando mi alma con una mezcla de miedo y desesperación. 

Cada movimiento se volvió mecánico, como si estuviera navegando a través de una densa niebla de la angustia. 

No recuerdo bien cómo me vestí ni como llegué al trabajo, pero así lo hice.

No tuve mucho tiempo para reaccionar, puesto que a los cinco minutos recibí una llamada de la UCI, comunicándome que hacía una hora que mi madre había empeorado y la habían tenido que sedar, su voz resonó en mi mente como un eco desgarrador.

Salí corriendo del trabajo, con lágrimas en los ojos y el corazón, palpitando con angustia.

Cuando miré al cielo, un escalofrío recorrió mi cuerpo, mientras desde lo más profundo de mi ser y mi alma estallaron cuatro gritos desesperados hacia el cielo, sin palabras, solo expresión pura de dolor.

Como pude, llamé a mi hermano, pero no atendía el teléfono, su novia tampoco atendía al teléfono y tampoco mi padrastro. 

La única opción que quedaba era la madre de la novia de mi hermano, a la cual le tuve que pedir que avisara a mi hermano y viniera urgentemente al hospital.

Mi marido me recogió y juntos llegamos al hospital, pero mi preocupación iba creciendo.

Al rato llego mi padrastro acompañado por mi hermano, para asombro mío, estaban muy serenos.

En medio de la desolación, mencionaron la intención de volver a su casa para ir al banco y retirar dinero de cuentas bancarias en caso de que mi madre falleciera.

Mi estado catatónico apenas me permitía asimilarlo.

Minutos después, los cirujanos llegaron con la propuesta de otra operación para mi madre. ¡Increíble!!! ¿Qué más querían hacer?

Después de todo lo que sabía y me había contado la médico intensivista, era repugnante, lo que estos señores, por decirlo de alguna manera, nos estaban proponiendo.

Yo ya sabía, aunque no quería ser consciente de lo que iba a pasar, no tenía ningún sentido.


Qué pretendían experimentar y enseñarle a los otros cuatro chicos que acompañaban a este doctor, como se realizaba una mala operación.?

Mi aguante colapsó y me desahogué con ellos, expresando con cortesía, pero con pasión la indignación por el daño causado.

Las mentiras de las dos operaciones, la corrupción del juramento hipocrático y sobre todo el daño irreparable del sufrimiento por el que había tenido que pasar mi madre sin poder comer, ni beber nada durante todo ese tiempo.

 En total fueron 28 días sin comer, ni beber 

El día de Navidad lo último que me pidió mi madre fue un vaso de agua y yo, que no era consciente todavía de la situación, se lo negué. 

Hoy, con lágrimas en los ojos, puedo decir que me arrepiento muchísimo que si lo hubiera sabido le hubiera dado 2 l de agua, pero mi madre no se hubiera muerto con sed, ni a un animal se le trata así.

Yo era consciente de la enfermedad de mi madre, y si me hubieran dicho la verdad lo hubieran entendido, pero esas mentiras hicieron que mi dolor fuera el triple de grande.A pesar de mi resistencia, mi padrastro aceptó la propuesta de los médicos. 

Sin embargo, yo insistí en que no se actuará hasta que llegaran los anestesistas.

A los dos minutos tanto mi padrastro como mi hermano se fueron del hospital, dando prioridad a la retirada del dinero.

Después me enteraría de que esto es ilegal, pues cuando una persona está en ese estado ya no puedes tocar esas cuentas.

Cuando llegaron los anestesistas, me dijeron que si la llevaban a quirófano moriría por el camino.

Como en realidad el que tenía la última palabra de todo para autorización era mi padrastro, tuve que llamarle por teléfono y decirle lo que me comentaban los anestesistas como estaba en altavoz, tuvo que dar su brazo a torcer y decir que no a la operación.


A mi madre no se la tocaría más, mientras yo estuviera allí, ya le habían hecho sufrir bastante y lo que quedara estaría tranquila y en paz. Al poco rato vi sacerdote e instintivamente le pedí que por favor le fuera dar la extremaunción a ella le hubiera gustado, siempre fue muy católica.


Finalmente, solo quedamos mi marido y yo.

La médico que había estado con nosotros casi dos horas acompañándome, pues yo estaba realmente mal, espero a que estuviera un poco más calmada para poder entrar a verla, le pidió a mi marido que me acompañara y este tuvo la gran generosidad de hacerlo, puesto que entrar en una UCI es muy duro.


Fue un momento íntimo y muy doloroso.


El médico me dijo que la sedación que tenía era muy floja, por lo cual él creía que lo que hablas lo escuchan.

Nada más entrar, me quité la mascarilla y, susurre al oído cuanto la quería, lo importante que era para mí y para toda la familia que todos la amamos y que por favor si le quedaba algo de fuerza que luchara por ponerse bien.

Es increíble como sabiendo la realidad, aun así tenía la esperanza de que hubiera milagro y saliera de esta, porque ella había sido una luchadora toda su vida.


Luego empecé a besarla desde su cabeza, bajando por sus ojos, boca, pecho, tripa, piernas y pies, y de nuevo volví a besarla otra vez de abajo arriba y a abrazarla, porque ese cuerpo me había dado la vida.

Finalmente, le volví a susurrar al oído animándola a luchar por nosotros, pero que si no podía, le deseaba un buen viaje, pronunciando quizás las palabras más difíciles de mi vida.


En ningún momento se me pasó por la cabeza todo el daño que habíamos vivido y que me había hecho por culpa de mi padrastro.

Solo recordaba los momentos en los que vivimos juntas y este señor todavía no había llegado a nuestras vidas, qué felices podríamos haber sido las dos.

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