MALDITO HOSPITAL

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CAPÍTULO 17

A medida que los días pasaban, la salud de mi madre no mostraba mejoría.

Sin comer ni beber, su situación se tornaba más preocupante, y después de aproximadamente dos semanas, se tomó la decisión de someterla a otra operación para coser la tripa y quitar la bolsa de su abdomen.

Una vez más, recibimos las noticias alentadoras de que la operación había sido exitosa.

Mi madre se sentía aliviada al ver que la bolsa ya no estaba allí, aunque todavía deseaba poder comer y beber, pero le negaban esa posibilidad.

En medio de este proceso, una de mis tías, la dueña de la frutería, deseaba visitar a mi madre.

Era su hermana mayor, la que se la llevó con 13 años a trabajar a Francia, la que siempre le había llevado de la mano, su amiga, su confidente y protectora.

Siempre estuvo al lado de mi madre, tenía un vínculo inquebrantable hacia ella. A pesar de los riesgos por la pandemia, decidió enfrentarse a la adversidad y visitarla en el hospital. Fue la única de la familia que tuvo el valor de hacerlo, demostrando un amor profundo e inquebrantable.

La noche del 24 de diciembre fue particularmente triste para mí, ya que trabajo en hostelería y mi madre continuaba en el hospital sin comer ni beber y completamente sola.

Recordé su deliciosa sopa de congrio, que siempre preparaba con amor.

Al día siguiente, en pleno día de Navidad, recibí una llamada urgente de mi padre. El hospital había informado que mi madre había sido infectada por el virus del COVID-19.

Sin dudarlo, me dirigí rápidamente al hospital, con la certeza de que podría verla. A pesar de las restricciones, estaba decidida a entrar.

Finalmente, llegué a la planta donde estaba mi madre y entré en su habitación. Allí estaba, con su rostro hermoso, como el de cuando era yo niña.

Hablamos durante un buen rato, incluso realicé dos videollamadas: una con mi hermano y otra con mi padrastro, para que pudieran saludarla en este día festivo.

Al salir de la habitación, los médicos que estaban allí con sus EPIS puestos, notaron la inquietud de la situación de mi madre, pero a la vez la felicidad de poder haberla visto el día de Navidad.

Casi al segundo, se acercó una cirujana y por primera vez me comunicaron que era posible que la segunda operación no había salido también y la costura se estaba deshaciendo, y que por ese motivo, seguramente en un par de horas, la tendrían que operar otra vez.

De camino a casa mis sentimientos eran como un huracán feliz de haberla visto y haberla besado, pero superpreocupada con esta nueva noticia de que la costura de la tripa se estaba rompiendo.

CAMINA PARA VIVIRWhere stories live. Discover now