CANCER

286 199 7
                                    

CAPÍTULO 12

A partir del fatídico 14 de septiembre del 2021, mi vida quedó suspendida en un segundo plano, un telón de fondo negro El 15 de septiembre, día de mi cumpleaños Me levanté temprano, fui a casa de mi madre y la abracé con fuerza, ella me miraba como si fuese una extraña, se separaba, no quería mi abrazo, sus los ojos llenos de rabia e ira me hicieron soltarla. Le prometí que no me separaría de ella, y así lo hice.


Ese mismo día, teníamos una cita para revisar su operación de rodilla Cuando llegamos a casa, note algo diferente en el ambiente que se respiraba, por un lado, mi madre pon una mezcla de rabia y pena por su diagnóstico. Por otro lado, mi padre, sorprendentemente tranquilo y simpático y el mío que era de tristeza total.

Todavía sentía el rechazo hacia mi persona que siempre existió en esa casa

Al día siguiente, sonó una vez más el teléfono;


"Camino, me duele mucho la tripa", decía con voz casi irreconocible para mí.


Inmediatamente, cogí mi coche y en menos de 20 minutos había recorrido los 60 km que nos distanciaban y de ahí a la sala de urgencias del hospital.


Pasamos 17 h interminables en esa sala, llena de gente, con mi madre sin poder comer ni beber, puesto que le habían hecho un tac y no sabían si tenían que operarla.


Cuando llevábamos 10 horas le pregunté al médico por los resultados, puesto que mi madre estaba ya muy nerviosa y cansada, sus palabras no fueron muy afortunadas.


Seis horas después llegaron los resultados y me llamó a mí en medio del pasillo.

Me comunicó que tenía metástasis en el hígado, yo me derrumbe e intenté esconderme para que no me viera mi madre, le pedí al médico que si podíamos entrar en alguna sala para comunicárselo a mi madre, pero se negó aludiendo que tenía mucho trabajo y que se lo tenía que decir yo.

Completamente en shock por la noticia y con los nervios y las emociones enredados en mi garganta, me acerqué a ella, la miré a los ojos y le dije lo que me acababa de comunicar el médico.

Su reacción fue una tormenta de emociones hacia mí, pegándome y gritándome; Tú tienes la culpa. Mantuve la calma, las lágrimas conteniéndose en mis ojos, porque delante de ella, debía ser su soporte inquebrantable, ocultando el aguacero que se arremolinaba dentro de mí.

Esa noche la tuvo que pasar allí.

Lo cual le ha enfureció mucho más, puesto que tenía prohibido fumar y no podía tomarse su particular cóctel de medicamentos.


A partir de aquel día, sabiendo ya su diagnóstico completo, mi preocupación hacia ella era de 24 horas.


El tumor era tan grande que cualquier malestar, dolor o vómito que tuviera, me hacía salir corriendo con ella a urgencias, y allí se repetía la misma pesadilla de 10 a 15 horas de espera, sin comer ni beber y al final siempre la dejaban ingresada esa noche.

Cosa que enfurecía mucho a mi madre, pero se desahogaba conmigo.


Esto solo era el principio de la pesadilla.

CAMINA PARA VIVIRWhere stories live. Discover now