CAMBIO DE HOSPITAL

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CAPÍTULO 14
Noviembre de 2021
La quimioterapia comenzó, pero mi madre llevaba ya muchos meses sufriendo y comiendo mal. Se encontraba muy débil, física y psicológicamente.

Y los efectos secundarios de la quimioterapia son muy duros, como la caída del cabello, la fatiga, las náuseas y vómitos, la pérdida de apetito, las llagas en la boca, la diarrea o estreñimiento, y la susceptibilidad a infecciones debido a la disminución de glóbulos blancos.

Además, se experimentan cambios en la piel y las uñas, los efectos secundarios son duros y dolorosos
A mi madre le dieron uno de los tratamientos más duros por su estado avanzado,
Una vez cada 15 días recibió su quimioterapia durante cuatro horas y durante el resto de la semana seguía tomando quimioterapia en pastillas tres veces al día.

Para aquellos que no estén muy informados, deciros que la quimioterapia es puro veneno

Y cuando te dan una sesión, normalmente al día se cuente tu cuerpo, está completamente roto y lo único que haces es vomitar.

Pues a mi madre, aparte del día que le daban la quimio más los siete de pastillas, solo tenía cuatro para recuperarse para la próxima sesión, lo cual era casi imposible.

Porque ella esos cuatro días no paraba de vomitar, por lo cual la medicación que le mandaban para que lo vomitara según se la tomaba la vomitaba y no le hacía nada.
El oncólogo que la atendría en el hospital se empezó a enfadar porque argumentaba que mi madre llegaba a la sesión de quimioterapia muy deshidratada. Mi madre le comentaba cómo pasaba los días, pero este señor decidió no creerla y decía que no se tomaba las pastillas para no vomitar, y eso desanimada todavía más a mi madre, porque a ver quién es la persona que desea estar en ese estado.

El médico se veía obligado a retrasar la quimioterapia para administrar sueros y esperar a que mi madre se recuperara.
Pero a las tres semanas, la madre de la novia de mi hermano me comunico que el médico quería hablar con alguien de la familia, a la cual acudí yo.

Al día siguiente fui a verlo.

Quizás había tenido un mal día o lo pillé en un mal momento, pero desde el minuto uno cargo contra mi madre, como si ella no quisiera tomar la medicación y estuviera haciendo algo mal, esto era imaginable para una persona que tiene cáncer.
Después de una acalorada conversación, me aseguro, con contundencia, que mi madre no viviría más de un mes y que no llegaría a Navidad.
Yo como una señora me despedí correctamente, pero cuando salí casi me desmayo.

La noticia me dejó sock, ya que había tenido conversaciones con amigos sobre la posibilidad de que se recuperara y saliera adelante.

Cuando pude recomponerme tuve muy claro que mi madre no iba a volver allí jamás y menos con un médico que ya la daba por desahuciada.

Aquel día habíamos ido a buscar a mi tía e íbamos a comer en casa con mi madre y mi padrastro, pero claro, después de la noticia.

Llamé a mi padre y le dije que me esperara en la puerta de casa, salí y le di la mala noticia, por mi cara no paraban de caer lágrimas, pero él solo me dio un abrazo,

Después llamé a mi hermano, el cual vino a casa, y me lo llevé a la parte de la piscina para contarle la devastadora noticia, se mantuvo como un témpano de hielo, yo podía dejar de emocionarme.

Empecé a escuchar a mi madre hablar en alto, diciendo que qué le estaba diciendo yo a su hijo, a lo cual solo la voz de mi tía, a modo de respuesta de reprimenda, recordándole que tenía dos hijos

Al día siguiente, empecé a mover papeles y en tan solo nueve días, estábamos de vuelta en el hospital donde todo había comenzado, pero esta vez, con la esperanza de encontrar un enfoque más adecuado para su tratamiento y un equipo médico que compartiera nuestra creencia en su capacidad de superar la enfermedad.

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