Sonrisa

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"Si no crees en ti mismo nadie lo hará por ti"

-Hinata, te quiero.

El corazón del pelirrojo dio un vuelco, pero antes de que pudiera reaccionar aquellos labios estaban sobre los suyos de nuevo. Los labios de Kageyama eran suaves y cálidos, cada vez que se conectaban un rayo atravesaba el interior del cuerpo del pequeño y las mariposas de su estómago despertaban para recordarle que estaba locamente enamorado de ese muchacho. No quería pensar, no quería recordar nada en ese momento solo deseaba sentir y disfrutar. La calidez, el cariño, las caricias... todo invadía su cuerpo y hacia que se llenara de algo que hacía mucho tiempo que no sentía, así que no podía desperdiciarlo.

Porque posiblemente igual no volvería a tener una oportunidad como esta.

Las manos de Kageyama se encontraban en las mejillas del pelirrojo, que poco a poco sin que el otro se diera cuenta fue desplazándolas hasta ese lugar, volviendo aquel tierno beso en algo más, acarició los revoltosos rizos anaranjados que sobresalían delante de las orejas del chico notando su suave y esponjoso tacto. Quería soltar toda aquella frustración que tenía acumulada, necesitaba que ese muchacho supiera todo lo que sentía, sin más secretos y mentiras solo con acciones que de verdad lo expresaran. Se acercó un poco más  haciendo que sus cuerpos casi se juntasen, pasó una de sus manos a la nuca de Hinata mientras que con la otra acariciaba suavemente una de sus mejillas. Se estaba dejando llevar, ese chico lograba hacerle perder el control. Su piel, blanca y suave, como si estuviera hecha de porcelana le hipnotizaba, quería sentir más aquel lujurioso tacto. La mano que tenía sobre la mejillas fue bajando lentamente por su cuerpo, acariciando el cuello, sus clavícula, su...

Unas manos alejaron su cuerpo e hicieron que sus labios se desconectaran.

-¡¡Para por favor!! –Rogó Hinata con unas débiles lágrimas cayendo por aquellas sonrojada mejillas –por favor... -se tapó la cara rompiendo a llorar en silencio en aquella oscura noche. Tenía un trauma después de todo.

Kageyama se quedó en su sitio estático, no sabía qué hacer, le había demostrado sus sentimientos pero la respuesta no fue la que él esperaba. Se sentó enfrente de la orilla del río evitando el contacto visual con el pelirrojo mientras se mordía el labio inferior con rabia.

-Lo siento... -nunca le había dolido tanto pedir perdón –yo... no queri... -unos brazos le rodearon por el cuello abrazándolo contra él cálidamente antes de que pudiera terminar la frase. Aquel cuerpo encajaba perfectamente contra el suyo, una agitada respiración se podía oír contra su pecho y unos fuertes brazos le rodeaban impidiendo que se separase.

-...Gracias por quererme –se separó de él mostrando a Kageyama aquellas lágrimas que caían intensamente por sus sonrojadas mejillas –muchas gracias de verdad... -dijo sollozando.

Nunca había visto aquel rostro en Hinata, a primera vista se podría decir que estaba triste, pero no, aquellas lágrimas no eran como las que había visto hasta ahora. Sus ojos estaban entrecerrados y la luz de la luna hacia que brillaran intensamente acusa de las lágrimas haciendo que parecieran dos grandes luceros, sus mejillas estaban completamente coloradas y sus carnosos labios, rojos e hinchados, se encontraban entre abiertos y esbozando una tenue sonrisa. Era la expresión más increíble que había visto en Hinata.

Subió de nuevo su mano hacia el rostro de Hinata mientras éste seguía sollozando cabizbajo. La mirada de Kageyama era seria y fría, pero sus movimientos suaves y cuidadosos, colocó su mano en aquella húmeda mejilla haciendo así, que el rostro del pelirrojo se elevara un poco, con su dedo pulgar paso la yema por el borde de los ojos del chico quitándole las lágrimas con cariño como si su piel fuese porcelana de verdad y se pudiera romper a la mínima presión. Su cara brillaba, sus ojos, sus labios, su pelo, todo Hinata era increíble en esa noche. Y en algún momento su corazón se aceleró provocando una suave sonrisa tonta en él.

DesmoronamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora