—Y pensar que mi mayor preocupación hacia ellos era que pudieran cumplir con la cuota semanal. —Suspiré—. Solo espero que mi hermano haya podido encontrar el dinero necesario estos días.

Cassian tomó mi mano con suavidad.

—Te prometo que cuando regresemos, te ayudaré a resolver este problema.

—No tienes que hacerlo.

—Somos un equipo, Astrid.

Levanté media sonrisa, aceptando su ayuda en silencio. Si yo me había comprometido en ayudarlo a que South Rednett se librara de su padre, entonces podía permitir que él me ayudara a proteger a mi familia. Sonaba como un intercambio equivalente.

Poco después, Robin nos pidió a los tres que saliéramos del dormitorio y nos dirigiéramos a la sala común de participantes donde nuestros familiares esperaban. Por primera vez en el día, los ojos verdes de Cayla brillaban y fue la que caminó más rápido; Cassian, a diferencia, se quedó atrás, dando pasos cortos y lentos.

A medida que cruzábamos pasillos, mi corazón se aceleraba más. Era como si hubiera pasado un año desde la última vez que había visto a mi familia. ¿Qué preguntas me harían? ¿Estaría yo dispuesta a responderles con toda la sinceridad posible? Y si me preguntaban por Zaid, ¿sería capaz de contestar sin llorar? ¿Qué les diría si me interrogaban sobre Cassian? Dios, ni siquiera había tenido tiempo de imaginar la reacción de mi hermano.

Entonces, cuando cruzamos el umbral y de inmediato los vi al fondo, olvidé todo. Desapareció todo. Corrí hacia mi mamá y mi hermano como si no hubiera mañana, sin poder creer que de verdad estaban ahí. Cuando mi mamá me abrazó de vuelta, empecé a llorar. Nada lindo para mi imagen pública de chica fuerte y ruda.

—Astra —pronunció, con toda la dulzura que la caracterizaba—. Al fin volvemos a verte, cariño.

—Recuérdame felicitar a tu estilista, te pusieron hasta guapa, hermanita. Y como alguien que te quiere, déjame decirte que pensé que eso no sería posible —dijo Jaxon.

Me separé de mi mamá y le saqué la lengua. Él se rio y fue quien tomó la iniciativa de abrazarme con fuerza.

—Cada día que te vi en la arena, pensé que me iba a morir de un infarto —murmuró antes de apartarse—. Me alegra que estés bien. Ahora sécate las lágrimas, o volverás a verte fea.

—Cállate, idiota.

—¡Astra! —reprendió mi mamá, frunciendo el ceño—. No le hables así. Además, puede salir en la televisión.

—¿Y qué? Si pensaba dar imagen de hermano mayor y alfa de la familia, espero que la ciudad lo vea como el tarado que es. Y si no, pues los puedo ayudar.

—Ah, empiezo a recordar por qué no te extrañaba del todo —respondió Jaxon—. Tener novio te volvió rebelde.

—Claro que sí, lo aprendí del mejor. —Lo señalé—. Supongo que eso explica por qué has sido un rebelde desde la pubertad.

—Basta, los dos. —El tono de mamá fue irrefutable. Luego, nos pidió sentarnos en uno de los muebles de la sala—. Cuéntanos, cariño, ¿cómo has estado? No le hagas caso a Jaxon, se la pasa diciéndole a todo el mundo que eres su hermana y que eres la mejor de este año. Le cuesta comunicarse, pero está muy orgulloso de ti.

—No hables de mí como si yo no estuviera presente —se quejó él.

Sonreí. No tenía idea de cuánto necesitaba verlos hasta que estuvieron ahí frente a mí. Alrededor, todos los participantes se estaban reencontrando con sus familiares, llorando y riéndose, llenos de abrazos. Incluso Cayla, que había pasado días en shock tras lo de Neopolis —y antes de eso, vivía malhumorada—, abrazaba a su familia y se reía de algo con ellos. Parecía una persona nueva.

Arcadis: El juego ©Where stories live. Discover now