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Dedicado a juliette30lafourcade 🚀

«No pensar, no recordar, y no sentir»

Astra

Cuando Maddox nos preguntó qué hacíamos ahí, los tres respondimos al unísono:

—Nada.

Nuestro entrenador nos observó con desconfianza. Puede que nos hubiera conocido esa misma semana, pero a veces nos miraba como si nos conociera de toda la vida. A su lado, la senadora Balanta dio un paso hacia nosotros.

—Así que este es el famoso equipo dos. Maddox me habló muy bien de ustedes.

Enarqué una ceja con incredulidad y nos señalé.

—¿Te habló bien de nosotros?

Rya miró a Maddox, preguntándole sin palabras si se había perdido de algo, dado que a todos nos parecía raro que él hubiera dicho cosas buenas de nosotros. Sí, mi relación con Maddox estaba mejorando, pero no dejaba de tratarnos como niños que odiaba cuidar.

—Es un placer conocerlos —continuó la senadora—. Los tres equipos que asistieron son los protagonistas del evento, pero es un honor conocer a los que entrena Maddox. —Lo miró y le sonrió—. Es un viejo amigo y sé que, aunque su carácter sea difícil, sacará lo mejor de ustedes. Espero que puedan sacar lo mejor de él también.

La senadora Balanta era una mujer bastante joven, al menos para su cargo. Aparentaba una edad parecida a la de Maddox, es decir, casi llegando a los treinta. Su porte era elegante, su piel tostada, y era bastante alta. Sus ojos eran oscuros, dueños de una mirada penetrante y una sonrisa cautivadora.

Yo no conocía mucho sobre las «grandes familias» de Harlax, pero sin duda ella tenía que formar parte de alguna de esas, porque estaba cubierta en diamantes. Una sola de esas piezas podía pagar la deuda entera de mi familia y quizás nuestros gastos por el resto de nuestras vidas.

—Eso dependerá de si pasamos el siguiente juego —respondí—. Esta semana no tuvimos oportunidad de descongelar a Maddox. Esperemos que contemos con más tiempo para ello.

—Yo también espero lo mismo —me sonrió—. Bien, debo retirarme. Lo malo de hacer política es que debes aprovechar cada segundo para hablar con personas que no necesariamente soportas.

—Le ha funcionado bien —comentó Cayla, con el ceño fruncido—. Digo, tiene un cargo bastante alto.

—Todo esfuerzo siempre tiene resultados.

Rya intentó sonar positiva, pero Cayla respondió con lo mismo que yo estaba pensando:

—Sí, en especial cuando naces con privilegios.

La senadora echó la cabeza hacia atrás, sorprendida ante la acidez en su voz y la seriedad de sus palabras. Maddox negó con la cabeza, desaprobando nuestra actitud, como siempre hacía.

—Te acompaño hasta el salón, Rya —murmuró, guiándola hacia la puerta. Antes de salir, nos dedicó una mirada de «tenemos una conversación pendiente».

Cuando nos quedamos solos, me aseguré de que la puerta estuviera cerrada y me giré hacia mi equipo.

Cayla estaba pálida; ella, que era un as para dar respuestas cortantes y siempre lucía firme y, para qué negarlo, atemorizante, por primera vez se veía asustada. Por otro lado, Cassian permanecía callado, con las manos en los bolsillos de su traje, y una mirada letal. No me miraba a mí, ni siquiera a Cayla. Se notaba que, cualquiera que fuera su anterior tópico de conversación, lo había dejado echando humo.

Arcadis: El juego ©Where stories live. Discover now