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Las semanas pasaron y yo mantuve mi promesa de no dirigirle la palabra a Pablo, pero algo había cambiado desde que Facundo le dio el sermón; esa mirada de rabia y resentimiento había desaparecido y en su lugar, había una de culpa

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Las semanas pasaron y yo mantuve mi promesa de no dirigirle la palabra a Pablo, pero algo había cambiado desde que Facundo le dio el sermón; esa mirada de rabia y resentimiento había desaparecido y en su lugar, había una de culpa.

No sabía a ciencia cierta qué era lo que pasaba por su cabeza, pero mi instinto me decía que estaba arrepentido y que quería volver a acercarse a nosotros.

—No me importa —Facundo estaba en completa negación.

—Pero Facu...

—No me hables de él como si fuera un perrito de la calle, Karim. Si quiere acercarse que venga y te pida perdón.

—No sabía que eras tan rencoroso.

—¿Rencoroso? No, se llama dignidad, Karim. Dignidad. ¿Los árabes no tienen un montón de eso?

Bufé.

Entonces pasó lo inesperado.

A la hora del receso, estábamos por bajar al patio cuando Pablo nos interceptó en la puerta del salón. Se veía nervioso, un poco incómodo. Facundo se cruzó de brazos y lo miró con mala cara. Estaba listo para sermonearlo de nuevo si se le ocurría decir alguna pavada. Pero Pablo no dijo una sola palabra.

Revolvió el bolsillo del canguro que llevaba puesto, que por cierto, era varias tallas más grande, y sacó un alfajor y una nota, que había doblado sin mucho esmero. Me extendió las dos cosas pero al ver que yo tardaba un poco en entender lo que estaba pasando, las agitó frente a mi cara para que yo las agarrara. Yo estiré las manos, agarré el alfajor junto a la nota, y de inmediato Pablo salió disparado.

La nota solo decía "Perdón", escrito en imprenta y resaltado con marcador rojo.

—¡Yo también me metí en un lío por su culpa! —se quejó Facundo—. ¿Dónde está mi alfajor y mi nota?

—Tal vez es para los dos. Te doy la mitad del alfajor si querés.

Facu resopló.

—Nah, dejá, no importa. Vos merecías esas disculpas más que yo. Lo único que me queda claro acá es que al final yo soy Watson y vos Sherlock.

Solté una carcajada.

—Pero pensalo de esta manera: ¿Qué sería Sherlock sin su querido amigo y compañero de aventuras? Uno no existe sin el otro. Así que tomemos estas disculpas para los dos y compartamos la recompensa por ser buenas personas. Te diría algún proverbio árabe ahora mismo pero el que sabe de eso es mi padre.

Al final, aunque a regañadientes, Facundo aceptó la mitad del alfajor.

Yo sabía que, aunque todavía estuviera enojado con Pablo, Facu estaba satisfecho con el gesto que había tenido conmigo. En las últimas semanas había descubierto muchas cosas interesantes sobre mi amigo. Le gustaba ser el personaje principal, pero no permitía que nadie pisoteara al secundario. Y si ese papel le tocaba a él, sabía exactamente cómo ser un buen compañero. 

 

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Un "bully" enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora