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Bueno

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Bueno... admito que no esperaba que las cosas escalaran tanto.

O sea, ya de por sí estaba completamente mortificado porque la nena de mis sueños volvió a encontrarme en una mala situación, pero las cosas no pararon ahí, porque obviamente, ella me acusó con el prefecto y ahora estaba sentado en la dirección.

Facundo estaba conmigo, pero a él lo habían sentado lejos de mí y lo llamaron primero, porque obviamente el abusador acá era yo.

Cuando él salió estaba colorado como un tomate. Lo miré espantado, pensando que le había pasado algo, pero justo cuando estaba por preguntarle qué le habían dicho, largó una carcajada que lo dejó sin aire.

—Todo esto es un montón, boludo —me dijo entre risas. Le lloraban los ojos.

—¿Encima te reís, pelotudo?

—Preparate, porque para el adscripto sos un monstruo abusador. Yo ya les dije que nada que ver, que sos mi mejor amigo, pero ellos piensan que vos me manipulaste y que me tenés amenazado para que yo mienta.

—¿¡Eh!?

Me levanté bruscamente de la silla y en ese momento, el adscripto salió de la dirección para llamarme.

La mirada de la directora ya lo decía todo. Me miraba con esa cara que ponen los adultos cuando no aprueban algo de algún chico.

—Bustamante, ¿no? Ya nos hemos visto antes por acá.

—La vez que defendí a Facundo del tipo que le estaba pegando —le recordé.

—Esa situación no me queda clara —contestó ella, mientras negaba con la cabeza—. ¿Qué pasó ahora?

—Nada, Estábamos conversando en el receso, nada más.

—¿Pero vos qué le estabas diciendo? —El adscripto, que hasta el momento no había intervenido, me atacó con esa pregunta.

Resoplé. Sabía que lo que ellos querían era llegar al comentario que la chica había escuchado y sacado totalmente de contexto.

—Estábamos hablando de que la gente siempre me malinterpreta y creen que porque soy grande y tengo esta cara soy un bully. —Los miré a los dos con una ceja levantada—. Él me dijo que yo parecía un orangután básico y yo le dije que él parecía un friki sin amigos.

—Y le pegaste —agregó el adscripto.

Levanté la vista.

—¿Qué? No le pegué.

—A mí me dijeron que te vieron pegándole una piña en el brazo —insistió el adscripto.

—Ay... ¡pero fue jodiendo! —exclamé.

La directora se había mantenido en silencio hasta ese momento, pero no paraba de mirarme con esa cara de pocos amigos que siempre ponía cuando te llamaba para hablar. Yo sabía que ninguno de los dos me creía, pero tenía pruebas suficientes como para probar que Facundo y yo éramos amigos.

—Voy a llamar a tu madre —dijo la mujer.

—Llámela y pregúntele si Facundo Rodríguez no es mi amigo. Va a mi casa casi todos los fines de semana y se queda a dormir.

Tenía la sensación de que cada cosa que decía solo empeoraba todo un poquito más, pero tenía que defenderme. Que mis compañeros pensaran que yo era un bully era una cosa, pero que lo pensara el adscripto y la directora ya era mucho más grave.

La directora levantó el teléfono y me pidió que le dictara el número de mi casa. A regañadientes le dicté número por número y me crucé de brazos mientras ella hablaba con mi madre. Obviamente pintó la situación como si yo le hubiese quebrado el brazo a Facundo, pero se ve que mi madre —que ya estaba acostumbrada a estas cosas— le explicó lo que yo ya había explicado antes, pero claro, dicho por ella si era creíble.

Cuando la directora cortó la llamada, me dedicó una larga y profunda mirada severa y antes de dejarme salir, me dijo que me iba a estar vigilando.

Por supuesto, Facundo me estaba esperando afuera de la dirección. Porque era una sabandija, pero nunca me dejaba tirado.

—¿Te seguís riendo de mí? —le pregunté enojado.

Él estaba muerto de risa.

—Es que es gracioso. Sos muy desgraciado.

Chasqueé la lengua.

—¿Sabés qué? A partir de ahora no te voy a tocar más. No solo quedé mal frente a ella, sino que ahora el adscripto y la directora también creen que soy un abusador.

Me guardé las manos en el bolsillo del canguro que llevaba puesto.

—Por lo menos, si me pegás, tratá de que nadie te vea —respondió Facundo entre risas.

Hice el amague de darle un coscorrón, pero inmediatamente me frené.

Lo último que me faltaba era que me vieran pegándole otra vez.

Lo último que me faltaba era que me vieran pegándole otra vez

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Un "bully" enamoradoWhere stories live. Discover now