Capítulo 12

7K 370 17
                                    


SILVIA


El teléfono sonó, sacándome de mi asombro. Dejé a un lado el juguete con su respectiva nota y respondí. Era una llamada de Fran.

—¡Hola, cariño! —Escuché su voz animada al otro lado.

Mis piernas fallaron.

—Hola, amor.

—¿Qué pasa? Se te nota apagada.

Se me empañó la mirada.

Soy un asco. Pensé.

—No, no. Todo bien. Tan solo te echo de menos. Estar sin ti me está sentando mal.

Tan mal que estaba acordando límites con mi alumno.

—Pues entonces tengo una buena noticia. Iré en un par de semanas a verte.

Mi corazón dio un brinco. Por un momento, vi un rayo de esperanza en el pozo oscuro en el que me estaba metiendo.

—¿De verdad? —Mi voz era chillona a causa de la emoción.

—Claro. Ya tengo ganas de verte.

Estuvimos hablando por un rato y cuando colgué, volví a sentir esa punzada en el pecho llamada culpa.

—Es por el chantaje, Silvia. —Me justifiqué—. Lo haces porque no quieres que la gente descubra tu faceta masoca. Además, no vas a ir más lejos con él que eso, algunas provocaciones. No ha habido besos, mucho menos habrá sexo.

Aunque me había metido mano y me había visto en poses vergonzosas, así como mi zona más íntima... Eso no pasaría de ahí.

Me puse nerviosa.

Le había dado una lista de cosas que estaba dispuesta a hacer. Me dejé llevar demasiado.

¿Pero en qué estaba pensando? ¡Si tan siquiera hubiera pensado un poco en cómo sonaba eso!

Hablaría con él. Le diría que tenía que rectificar muchas cosas. Que eso eran solo fantasías que jamás se cumplirían, mucho menos con él.


A la mañana siguiente, como cada día, tomé una ducha, lavé mis dientes y peiné mi cabello. Me vestí con una camiseta gris, una rebeca morada y unos vaqueros no muy apretados. Fui a salir de casa cuando miré la caja con el vibrador sobre la mesa.

Cuando llegué al centro, lo hice con ese aparato dentro de mí, rozando las paredes de mi vagina a cada paso que daba. No era molesto, tampoco algo placentero per se. Pero la excitación que me daba saber que tenía aquello dentro de mí en mi lugar de trabajo, era algo totalmente indecente.

En las primeras horas, no hubo nada extraño. Ni temblor alguno dentro de mí. Me sentía hasta ridícula, cosa que me ponía más. Aunque eso fue hasta que estuve en el departamento durante una hora sin clases, revisando las entregas. Fue en el preciso instante en el que una compañera me habló, que aquello comenzó a vibrar con baja intensidad. Parecía obra de un genio maligno que sabía exactamente cuándo debía obrar.

—Silvia, ¿cómo van tus clases?

Di un brinco sobre la silla y me esforcé en sonreír.

—Genial, Carmen, genial —respondí, resultando excesivamente efusiva.

Su sonrisa se congeló ligeramente, pero disimuló que no le había sorprendido mi entusiasmo.

—Cuanto me alegro. En tercero de Bellas Artes, creo que en el segundo grupo, hay algunos alumnos un poco conflictivos y temía que te estuvieran incordiando al ser nueva.

Mala MaestraWhere stories live. Discover now