Capítulo 09

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MARC


Otra vez, esa cara de enfadada que puso cuando salió de mi coche... Me encantaba. Cedía rápido a mis roces, a mis caricias, pero no dejaba de mostrar esa faceta de profesora responsable que, desde que me vio en la Universidad, no había dejado de intentar transmitir. Y en realidad quería ser todo lo opuesto a esa figura.

Me encontraba en el sofá de mi piso, mal sentado. Mi atención estaba centrada en la pequeña libreta que utilizaba cuando quería evadirme, desestresándome mientras mi mano se movía de forma arbitraria sobre el folio, esbozando pequeñas ideas.

Por la puerta, apareció mi compañera de piso desperezándose y soltando un gran bostezo. Usaba una camiseta ancha y unos pantalones cortos para dormir, debido a que aún hacía algo de calor.

—Buenos días —dijo mientras se frotaba el ojo.

—¿Ya te has recuperado de la borrachera de ayer?

Elisa se sentó en el sillón cercano a mí, puso los pies sobre la mesa y suspiró.

—Estoy en ello.

Solté una risa.

—Al menos te divertiste.

Levantó la mano haciendo un gesto para que me callara.

—No recuerdo ni la mitad.

Dejé la libreta a un lado.

—¿No?

Elisa me miró seria. Se había desmaquillado fatal y resultaba cómica.

—No.

—Pues le plantaste un beso a Irene.

Su cara cambió de golpe. Parecía haber visto un fantasma.

Irene era la chica que le gustaba. Llevaba dos años colada por ella, pero era no correspondido porque esa chica tenía novio desde el instituto y no había ninguna señal de que le gustasen las mujeres. Elisa, por su parte, era bisexual. Nos entendíamos bien porque, aunque a veces folláramos, no significaba absolutamente nada para nosotros. Además, era mi mejor amiga después de todo.

—Dime que es una broma, Marc.

—No lo es. Años enamorada de ella y cuando al fin la besas ni te acuerdas.

—¿Cómo la voy a ver ahora cuando me cruce con ella por la uni?

—Con los ojos —respondí de broma.

Bufó y encendió la tele. Yo me puse con el móvil a mirar en el catálogo de una web.

Al rato, parecía que su analgésico había hecho efecto, por lo que se volteó como la niña de El Exorcista.

—Ayer no me constaste por qué tardaste tanto.

Me miraba de forma sospechosa.

—¿A qué te refieres?

—Saliste a fumar y tardaste treinta minutos en entrar.

De nuevo, Silvia vino a mi mente con su semblante taciturno, sus ojos haciéndose algo más pequeños tras el cristal de sus gafas y su melena enmarcando su rostro al ser liberada de su trenza.

—Me puse a hablar con un colega que pasaba.

Elisa me miró con suspicacia.

—Salí a buscarte para que te echaras un billar y no estabas.

—Nos alejamos para darle unas caladas a un porro —mentí.

No parecía convencida con mis respuestas. Iba a ser difícil ocultarle lo que me traía entre manos con la profesora, pero sería un dolor de cabeza si lo descubría.

Le mostré la pantalla de mi móvil; una página de venta de juguetes sexuales. Arrugó la frente, confundida.

—¿Te quieres comprar un consolador anal?

Me tuve que reír.

—No. Quiero comprarle algo a una amiga.

Su expresión se transformó en algo pícaro. Era incapaz de disimular una sonrisa.

—Vaya, vaya, vaya. ¿Qué amiga? Qué calladito te lo tenías...

—Tengo muchos secretos.

Ella estaba bajando el dedo, mirando los productos.

—Pues no sé. ¿Tenías algo en mente?

—Le compraría todo —afirmé agarrando mi móvil, imaginándola usando cualquiera de aquellas cosas—. No me decido.

Elisa continuaba con su sonrisa.

—Te ha dado fuerte, eh. Pues si aún no habéis usado ningún extra, pilla alguno pequeño para empezar. Aunque si quieres regalarle algo para que se divierta ella, el satisfyer es la clave.

Ella alcanzando el orgasmo con el succionador... Quizá ya tenía uno.

—Bueno, te haré caso. Cogeré algo más pequeño para empezar.

Encargué uno de los productos y guardé otros tantos en mis favoritos.

Al rato, abrí el chat con Silvia.

Yo: ¿Pasaste una buena noche?

Me leyó y no me respondió.

Podía visualizarla comiéndose la cabeza, flagelándose por haber gozado de mis dedos. Dejé que pasara el día y ya a la noche volví a escribirle.

Yo: ¿Te aliviaste tú misma cuando saliste del coche?

Silvia: Dijiste que no podía venirme sin tu permiso.

Esbocé una sonrisa. Qué obediente. Aquello no lo esperaba.

Yo: Buena chica. Mañana nos vemos después de las clases, tenemos que aclarar unas últimas cosas.

Un "Ok" fue toda su respuesta.

Que ganas tenía de que empezara aquella semana. 

Mala MaestraWhere stories live. Discover now