Capítulo 03

6.6K 458 104
                                    

SILVIA


Llegué a mi apartamento tan molesta como salí de la facultad. No daba crédito al descaro de ese muchacho. Arrojé mis bártulos contra la mesa del comedor y me lancé sobre el sofá, donde me quité las gafas.

¿Cómo se suponía que iba a afrontar el curso con alguien así como alumno?

¡Menudo insolente!

Giré sobre mí misma en el sofá hasta quedar con las piernas apoyadas en el respaldo, en alto, y mi cabeza cayendo del asiento. Me froté el rostro con frustración y respiré hondo tratando de relajarme.

Pasaron varios minutos hasta que el tono de llamada de mi teléfono me hizo apartarme las manos de la cara. La tenía completamente roja por la posición. En una torpe voltereta, caí al suelo y me acerqué al aparato.

Se trataba de una videollamada entrante de mi prometido.

—¡Hola, princesa! ¿Cómo estás?

En la pantalla estaba él, sonriente, con su cabello rubio ceniza peinado a un lado.

—Hola, amor —respondí con voz dulce—. Acabo de llegar a casa.

—Te noto cansada. ¿Ha sido duro el primer día?

Solté un bufido.

—No sabes bien... Tengo un alumno bastante conflictivo.

Su cara me mostró una evidente preocupación.

—¿Por qué? ¿Qué ha pasado?

A mi mente acudió el recuerdo de cómo me acorraló en el lavabo y cómo horas después me dibujó de un modo erótico.

No podía decirle eso a Fran. Lo preocuparía.

—Nada, simplemente me ha estado hablando mal y replicando, no parecía tomarme en serio.

—¿Debería preocuparme?

Negué con la cabeza y le mostré una sonrisa.

—Tranquilo. Además, yo también estaba muy nerviosa y no he sabido ponerme firme.

Gesticuló un semblante sorprendido.

—Imposible, la Silvia Plaza que conozco cuando se pone en la piel de maestra, es imbatible.

La confianza que me mostraba me animaba, pero también me hacía sentir tremendamente sola.

—Estoy oxidada... Dos años sin trabajar es demasiado. —Agité la cabeza, obligándome a no pensar en la baja—. ¡Pero bueno, no pasa nada! Seguro que pronto recupero mi habilidad. ¿Tú cómo estás?

—Bien, nena. Un día más en la rutina de un dentista, nada interesante.

—No sé cómo voy a aguantar tantos meses sin verte —me quejé.

—Claro que vas a aguantar. Además, iré a verte cada fin de semana que pueda, ya lo sabes. Y tenemos las vacaciones de por medio...

Fran siempre me hacía sonreír. Era como un lugar de calma en todo el caos que rodeaba mi vida.

Cuando me salió la plaza de interina en la facultad de Bellas Artes, no lo podía creer. Apenas había tenido la oportunidad de trabajar como profesora previo a mis años indispuesta. Mi novio me apoyó en todo el proceso y cuando me encontré en la disyuntiva de aceptar el puesto o quedarme en Barcelona con él, me animó a cambiar de aires. Por supuesto, él tenía un buen puesto como dentista en la clínica de su padre y no podía mudarse conmigo a Valencia.

Mala MaestraWhere stories live. Discover now