(21) Un vestido nuevo.

28 2 0
                                    

Una inusitada calma marcó las horas siguientes. Kail no la había requerido para nada, y ella pudo pasar en la cocina todo el día, más observando lo que las otras hacían que contribuyendo en las labores. Podría haber disfrutado de aquella paz, pero todavía le roía la incertidumbre de saber si todavía seguía en pie su promesa de llevarla a ver a Sara. Habían montado un escándalo el día anterior y Kail pudo haberse arrepentido. Si eso llegara a pasar, aquel escándalo no sería nada comparado con el que estaba dispuesta a armar.  

Sabía que Heist estaba en la casa pues Lauder andaba por allí, y no había uno sin el otro. Pero él no asomaba las narices, tal vez escurriendo el bulto. ¿Cuánto tiempo iba a tardar en pensar la cantidad de días que le quedaban de condena?

Julia decidió no preocuparse más por el asunto: si no obtenía una respuesta suya antes de que llegara el lunes, se iba a escapar.

¿Escapar?, pensó.

Miró por la ventana. Alicia estaba recogiendo las sábanas secas de una cuerda y metiéndola en un cesto de mimbre. Julia no había abandonado la casa en todo el tiempo que estuvo allí, ni siquiera para salir a tender la ropa. Pero, que ella supiera, las puertas no estaban con llave. Y aunque la puerta principal hubiera estado cerrada, la casa tenía una entrada de servicio, dos puertas traseras y cientos de ventanas enormes, con rejas amplias por donde fácilmente podría escurrir su cuerpo.

Entonces, ¿cómo se podría escapar de un lugar donde nunca se estuvo encerrada?

Era tan simple como abrir la puerta y salir.

Sí, el camino era largo. Habría que atravesar toda la propiedad de Heist hasta el puente, que estaba custodiado por un guardia en cada extremo. ¿La detendrían esos guardias, o la dejarían pasar sin siquiera preguntar su nombre, como lo habían hecho la primera noche que cruzó? No lo sabría hasta encontrarse en esa situación.

De todas formas, volver al pueblo iba a ser mucho más simple de lo que había sido llegar allí.

Entonces, si es tan simple, ¿por qué no abres la puerta y te marchas?

Lo siguiente que supo de Kail fue esa tarde de sábado, cuando Marla regresó a la cocina con nuevas órdenes.

-Muchachas, deben prepararse, bañarse y vestirse. Esta noche se van con el señor Heist al hipódromo.

Las cinco giraron la cabeza para mirarla, desorientadas. Marla sonrió y aclaró:

-Julia, Alicia y Lara.

Julia sintió el peso de una roca sobre su pecho. Iría a ver a su hermana, como le había dicho, el sábado, tal vez. Una oleada de fresca felicidad le inundó el cuerpo y se sintió dichosa. ¡Vería a su hermana! Después de dos semanas, más tiempo del que jamás se separaron, la volvería a ver.

Dio saltitos de alegría, abrazó a Marla y hasta tuvo el descaro de besar a Lauder en la mejilla, que pareció percibirlo pues dio un respingo y la miró ceñudo.

¡Oh, cuanta emoción! Tenía que lavarse el cabello y secárselo antes de partir. No podía ir con el pelo húmedo, pues las noches estaban heladas. Corrió al dormitorio a buscar las toallas y un uniforme limpio para volver al baño, donde Alicia y Lara ya estaban calentando el agua para bañarse.

Cuando entró al baño, escuchó el sonido casi imperceptible de una voz.

-No te preocupes. Recuerda lo que hablamos...

Las Runas de JuliaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum