CAPÍTULO 10: EL CASO DEL CERO ABSOLUTO (PRIMERA PARTE)

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La mañana transcurría como de costumbre en la agencia. Mientras yo me dedicaba a escribir los informes de mis pasados casos, Amanda se ejercitaba frente a mí. Usaba top deportivo color rosa y pantaloncillos cortos a juego, y tenía el cabello recogido en una coleta. Ella se inclinó hacia el frente para iniciar un serie de flexiones, dejando ver el contorno de sus glúteos bajo sus pantaloncillos, lo que me hizo sonrojar y apartar la mirada de inmediato, pero en el fondo, estaba agradecido de verla recuperada salvo por la cicatriz en su pierna, que aunque se notaba poco, era evidente a simple vista.

Estaba tan distraído, que me sorprendí cuando Amanda se inclinó detrás de mí para ver lo que estaba haciendo. Estaba empapada en sudor.

- ¿Qué tanto escribes, Saltamontes? -dijo ella mientras se secaba el sudor del escote con una pequeña toalla.

- Hago informes de cada caso que resolvemos, Jefa. Es algo que me enseñó a hacer mi padre.

- Oh, ya veo -dijo ella mientras me despeinaba con la mano. Hice un ademán para apartarla-. Tu papá te educó muy bien. No podía esperar menos de un detective como él.

- ¿A qué te refieres? -pregunté extrañado.

- Eres ordenado y muy listo, Saltamontes. Tienes lo necesario para ser un gran detective como tu papá. Por supuesto que con mi ayuda, serás aún mejor -concluyó con una gran sonrisa.

- Deberías ducharte y cambiarte de ropa, por si llega algún cliente.

- Si nos necesitan, poco importa como luzca. Además, puedes atenderlos tú sin problemas. Después de todo, es experiencia para ti -dijo mientras me despeinaba una vez más. Hice un mohín de disgusto.

Amanda volvió a colocarse sus audífonos y se apartó de mi lado, reiniciando su rutina de ejercicios con unos abdominales. La miré por unos instantes, mientras repetía en mi mente las palabras que dijo sobre mi padre. Recuerdo que le conté sobre mi incidente con Benavides en la Academia, pero no le había dado muchos detalles sobre mi padre. Concluí que, con lo perceptiva que es, imaginó la clase de hombre que era, así que le resté importancia y seguí escribiendo.

En eso, sonó mi teléfono celular. Era Victoria.

- Buenos días, Fernando. ¿Estás ocupado?

- Ahora mismo redactaba unos informes, pero no es nada del otro mundo -dije mientras miraba a Amanda haciendo unas sentadillas-. ¿Cómo estás?

- Necesito hablar contigo. ¿Podemos vernos al mediodía?

- ¿Sucede algo? -respondí al notar que Victoria hablaba con un tono de voz entrecortado. Algo le preocupaba.

- No me gustaría hablarlo por teléfono. ¿Puedo ir a tu oficina? Estaré allí en una hora.

Miré el reloj de la computadora, que indicaba las once de la mañana.

- Está bien, no creo que haya problemas.

- Gracias, Fernando -dijo antes de colgar la llamada.

Amanda estaba de pie, mirándome con los brazos cruzados.

- ¿Quién era? ¿Algún cliente?

- Era Victoria. Quiere verme al mediodía.

- ¿Tan rápido vas a buscar consuelo en los brazos de otra mujer? Eres muy voluble, Saltamontes -dijo Amanda con una risa sarcástica.

- ¡Ese comentario fue desagradable, y lo sabes!

- ¡Tranquilo! Fue una broma inocente, no era mi intención hacerte enojar -Concluyó manteniendo su sonrisa.

Le devolví la mirada de forma severa. Amanda tenía todo mi respeto, pero ella sabía ser un incordio si se lo proponía.

- Me iré a dar una ducha. Cuando esté lista, puedes irte a almorzar con tu amiga. Pero recuerda que ya estamos a tiempo completo otra vez y tienes que regresar. ¿Entendido?

La Detective ImpertinenteWhere stories live. Discover now