CAPÍTULO 5: EL CASO DE LOS LAMENTOS OLVIDADOS

88 7 52
                                    


Un viernes en que llegué temprano a la oficina, Amanda me recibió vestida con pantaloncillos cortos y una camiseta ajustada, en la que se podía delinear su sostén deportivo. Tenía el cabello amarrado bajo una gorra de beisbol, y una toalla en los hombros.

—Voy a trotar al parque, Saltamontes, vuelvo al mediodía —me dijo mientras se llevaba a la boca un termo con agua para beber un sorbo—. Si llegan clientes, te encargas tú.

—Jefa... —la llamé justo antes que desapareciera por la puerta

—¿Qué pasa?

—Necesito que me prestes las llaves del auto.

Amanda entró una vez más a la oficina, mirándome con los brazos cruzados.

—Quiero que me des una razón válida e irrefutable de por qué necesitas mi auto. —La mirada de mi jefa se endureció.

Sostuve su mirada manteniendo la calma.

—Necesito vigilar el lugar de trabajo de Reinaldo Clemente. ¿Lo recuerdas? ¿El caso de la señora Lorena?

—¡Oh! Cierto, había olvidado que aceptaste ese caso.

Amanda se acercó a su escritorio y de una gaveta, sacó las llaves del auto y me las arrojó. Las atajé por acto reflejo.

—Quiero que lo lleves al autolavado cuando termines de usarlo. —Amanda volvió a salir de la oficina—. Y cuando regreses, voy a evaluar tu progreso. Aún sigues siendo mi Saltamontes y no quiero que me desprestigies con novatadas.

En cuánto Amanda cerró la puerta, exhalé un suspiro profundo. Pese a que mi jefa era un completo desastre en su vida personal, sabía muy bien lo que hacía. Aún no me sentía preparado para ser un detective por mí mismo.

Pero eso no significaba que no pudiera actuar por mi cuenta.

Me acerqué a una vieja cartelera de corcho que Amanda usaba para pegar pistas de sus casos, y la limpié de recortes de periódico y documentos que no nos hacían falta. Luego decidí organizar mis propias pistas antes de salir a investigar el caso Clemente.

En un lado, coloqué un recorte de prensa acerca de la extradición de Ishtoshnikov a Rusia y la clavé con una chincheta. A un lado, coloqué un recorte de prensa de la explosión del "Pin 5" y una impresión del garabato de Amanda que Axel le había mandado. Una vez que los clavé con una segunda chincheta, amarré un hilo rojo formando una línea recta entre ambas. Por último, en la parte inferior, coloqué un papel con la frase "Muelle 21", y extendí el hilo rojo hacia la chincheta correspondiente. Había formado un triángulo entre estas tres pistas, pero el centro estaba vacío. Había un elemento faltante en estos tres casos que no había podido dilucidar aún, pero la conexión era palpable.

Decidí cubrir con otros papeles las conexiones que estaba haciendo para evitar que Amanda se diera cuenta. Como ella se negó a explicarme qué significaba ese muelle, pensé que se enojaría si descubría que la estaba investigando en secreto, y no deseaba verla enojada bajo ninguna circunstancia. Ella era capaz de quebrarme los huesos si se lo proponía.

En cuanto ordené todo, dejé la oficina para continuar el caso pendiente.

Durante todo el día, permanecí sentado en el auto vigilando la entrada del edificio empresarial de una compañía llamada "Clement Import C.A.", propiedad de la familia Clemente. Miré mi libreta de notas para repasar los detalles del caso, sin perder de vista la puerta de entrada del edificio, a varios metros delante de mí.

Lorena Clemente, mi clienta, sospechaba que su esposo le era infiel. Eso se debía a sus desapariciones esporádicas de la casa por motivos laborales, viajes de improvisto y múltiples excusas sobre sus planes.

La Detective ImpertinenteWhere stories live. Discover now