38. Que así sea

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Tardé unos segundos en reconocer el gran hall de Orbe abrasado por todas partes con llamas naranjas de distintos tamaños. A través del humo podía vislumbrar a sombras oscuras corriendo de un lugar para el otro y por sobre el crepitar del fuego escuchaba aullidos, órdenes, gritos. Todos al mismo tiempo, todos desorganizados. Un caos total.

—No puede ser...

Sólo el chillido del pequeño psicópata me extrajo de mi leve parálisis. Míro observaba estupefacto aquella escena y por primera vez, lo veía componer un gesto afectado. Lax no se demoró en volverle a apresar con los grilletes, ante la impresión del niño.

A lo lejos, uno de los creadores de Ovack levitaba sobre una esfera circular plateada y no dejaba de generar revuelo y destrucción a su paso. Sólo ese creador estaba siendo contenido por diez agentes y a duras penas podían mantenerlo a raya.

—Tenemos que seguir —me apremió Lax, ante lo cual reaccioné y lo seguí automáticamente.

Toda la atención no estaba sobre nosotros y no debíamos atraerla, ni la de los agentes ni la del antiguo. Sobre todo, teniendo en cuenta que yo aún estaba bajo el contrato de Orbe, si la persona indicada me lanzaba una orden, no podría desobedecer. En ese sentido, había sido algo bastante estúpido que yo viniera allí, pero no tenía una mejor alternativa.

Idzen Ovack está en los pisos inferiores —informó Lax mientras avanzábamos a trompicones, como ya había visto lo acertado de sus habilidades como conector, no lo puse en duda. Detrás de nosotros, Míro estaba forzado a seguirnos el paso arrastrado por la creación de Lax que entrelazaba sus manos.

Nos introducimos entre los blancos pasillos de Orbe, no podía creer que estaba de regreso allí, pero ya no estaba presente esa calma tediosa de las oficinas, sino que todo era un desorden explosivo. Nos topamos agentes que al ver nuestros atuendos, volteaban corriendo en dirección contraria, despavoridos. Y otros que intentaban crear algo pero eran demasiado lentos como para que Lax o yo los empotráramos contra la pared materializando algún objeto.

Serpenteamos por oficinas, salas de conferencia y pasadizos que abrían y cerraban, entonces, de pronto, el sonido de una fuerte explosión hizo temblar todo el edificio. Sonó a una explosión importante pero no teníamos ni idea de si provenía del lugar hacia donde nos dirigíamos. Lax y yo, seguidos por el psicópata seguimos nuestro camino, a paso más apresurado que antes.

—¡Dala!

Estuve a punto de generar en el aire una caja de cristal gigante para que cayera sobre la persona que se lanzó hacia mí, pero me detuve en el último instante. Ulina me abrazó con fuerza, toda su lacia cabellera brotaba entorno a nosotras, inusualmente desordenada. Lax pareció también querer reaccionar pero luego, contenerse, perplejo.

—¡Oh, por todos los cielo! ¡Estás bien! —exclamó ella, con una genuina preocupación.

—Sí... gracias —musité, algo atolondrada.

—Y estás viva —agregó Sétian detrás de ella, no lo había notado hasta ese momento—. ¿Por qué dijiste que ella no había venido contigo?

A quién le había dirigido esa última pregunta había sido Aluz. Me separé de Ulina de forma mecánica con un respingo. Ovack no estaba con él, pero aún así no dejé observarlo con cierto recelo.

—¿Qué estás haciendo aquí? —inquirió él en tono firme y exigente.

Él era por lo general una persona apacible, así que al verlo fruncir el entrecejo, claramente molesto, me aturdió un poco y vacilé en responder. Aluz no esperó por mi réplica, se dirigió a Lax con una mirada recriminadora, y al notar a Míro detrás de él, su semblante se agravó, y le preguntó en su idioma:

Plenilunio (versión borrador)Where stories live. Discover now