11. Respuestas y sonrisas

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La incertidumbre estaba hinchando mi pecho cuando arribé a casa de Leo a las dos de la tarde. Encontré de nuevo su perfectamente limpia sala, igual a como la había dejado. Estaba, literalmente, igual. La pequeña montaña de cubos de rubik aún seguía allí, desparramada en medio de la estancia como si fuera una escultura pop-art.

Leo estaba acomodado en el mismo sofá, tecleando en su laptop gris con una caja de comida rápida a medio acabar a su costado. No podía decir que me estaba esperando, más parecía que aquella era la forma como pasaba el tiempo en su casa. Por un momento imaginé que de toda su espacioso departamento, ese entorno era el único que utilizaba. Por alguna razón, no me pareció descabellado para alguien raro como él. En ese momento tenía un aire soñoliento y apenas hizo un ademán de saludo cuando aparecí.

—Siéntate —ordenó sin despegar su mirada de la pantalla—. Empieza a crear mil hojas de papel: quinientas cuadriculadas, quinientas rayadas —emitió en su usual voz neutral—. De una en una.

No me extrañó que fuera escueto pero, de alguna manera, me sorprendió aquella tarea. Estaba esperando algo más... avanzado.

Luego de la publicación de la lista, se podía percibir la animosidad en el aire en todo Orbe. Era algo casi palpable, todo el mundo iba de aquí para allá, todos con algo urgente que hacer y con caras pálidas de desvelo. Yo no podía dejar de notarlo y tenía que admitir que aquella ansiedad que circundaba en el ambiente era contagiosa. Y ¿Leo me ordenaba hacer papeles?

—Mmm... Leo... —dije luego de quince minutos de silencio. Un pequeño bloque de hojas rayadas se estaba formando en frente de mí. —Quisiera saber...

—No dejes de crear —apuntó él cuando se percató que había cesado. Al instante, volví a concentrarme en mi tarea. —¿Cuál es tu pregunta? —dijo luego de un momento en que el silencio volvió a asentarse.

—Es difícil hablar mientras estoy haciendo esto.

—Mejor aún. Así podrás dividir tu mente en dos quehaceres y te saldrá más natural. Pregunta.

Tenía millones de preguntas. Millones. Con el inminente concurso de las misiones casi sobre nosotros, la emoción de mis compañeros en la división, el desdén competitivo de ese tal Ditro y mi falta de dominio sobre la creación, (entre otras cosas) me estaba dando cuenta de que me había tomado aquel asunto muy a la ligera. Había huecos en la información que manejaba; de hecho, más era lo que no sabía que lo que tenía claro.

—Amm... —balbuceé manteniendo el enfoque en mi labor. Era como estar escribiendo una asignación y escuchando rock pesado al mismo tiempo—. Si voy a la Noche Eterna, ¿voy a crear hojas de papel o cubos de rubik? —inquirí sin evitar una nota de sarcasmo.

—Estos ejercicios son para mejorar tu motora fina. Es un paso necesario, al menos con esto podrás pasar la revisión del sábado.

—Y ¿qué es lo que voy a hacer en el otro mundo si es que viajáramos?

Esta vez él demoró unos segundos en responder.

—Sólo seguirás mis órdenes. Tu papel será sólo de apoyo y no harás mucho, realmente.

No estaba segura si esa explicación me hacía sentir tranquila o no. El sujeto extrañamente estaba haciendo conversación, aunque era evidente que lo hacía porque eso estaba dificultando mi concentración. Hubo otro silencio donde solo se escuchó el sonido del teclado de Leo.

—¿Qué es lo que tu división ha hecho anteriormente en el otro mundo? —solté de repente. No me volví a ver a Leo por prestar más atención a mi tarea pero pude saber que él sí se volvió a observarme.

Plenilunio (versión borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora