32. Refugio bajo la lluvia

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Me había cuestionado reiteradas veces sobre mi resolución de seguir a Orbe. Había hecho cosas que nunca pensé que haría. Había mentido, había invadido propiedad ajena, había robado... Y sí, lo había preferido a gastarme toda la vida dentro de sus oficinas. Era desagradable tener que aceptar que uno mismo no es la persona intachable que cree ser después de ser sometida a prueba. Aun así, lo acepté y lo hice. Pero esto fue el punto de quiebre.

Había accedido a robar para recuperar la vida que tenía antes de toparme con ese portal, pero ante la posibilidad de abandonar a un amigo, no tuve que detenerme a pensarlo. Tomé mi decisión y con eso lo había perdido todo.

Tal vez no me había dado cuenta, pero en el momento en que me zafé de Ulina para seguir a Ovack, ya había elegido mi camino.

—¿Por qué regresaste? —balbuceó él en un resquicio de voz, y aunque fue débil, claramente no era recriminatoria. Tampoco era animosa, era simplemente carente de emoción. Yo no tenía idea de cómo responderle, pero después de un rato agregó en un tono casi incipiente: — Gracias.

Luego de eso habíamos andado por horas sin intercambiar palabras. Ovack y Aluz, parecían decidir el mismo proceder sin ninguna comunicación, o tal vez era que ambos ya habían ensayado aquella situación. Sea como fuere, Ovack sólo me había señalado que no creara nada pues los lectores de los alrededores podrían rastrearnos y luego, no hizo más que soltar una que otra indicación pertinente y escueta.

Era la primera vez que incursionaba en una ciudad de Dafez, y aunque a nuestro alrededor circundaba un ambiente de intranquilidad por la agitación reciente, no pude dejar de admirar la arquitectura diferente y extraña. Sus calles eran empedraras con unas losetas lisas y pulidas, y sus casas y edificios parecían inspirados en diseños antiguos y enrevesados de alguna mezcla griega y arabesca, pero lucían, de alguna forma, modernos.

Nos escurríamos entre las sombras, evadíamos las calles principales las veces que fuera necesario, y esperábamos en las esquinas a que los alrededores se liberaran de transeúntes.

Definitivamente, estábamos siendo buscados. Por el silencio de Ovack y Aluz, tuve la certeza de que el peligro aún se cernía sobre nosotros. Y mientras los seguía obedientemente, no dejaba de acudir a mi mente la seguridad de que pronto en unas horas, todos notarían mi ausencia en mi hogar, luego en mi escuela y ya no tendría coartada que sostener. Aún si regresaba tendría que dar explicaciones, pero no habría nada que dar.

Sin embargo, jamás hubiera podido volver y haber dejado las cosas como estaban. Aunque me estaba ardiendo en lo más profundo, no me arrepentía de lo que había hecho. Y sabía que iba a pagar por eso, pues aún estaba sujeta a Orbe, y me había revelado contra ellos.

Quise distraer esas inevitables preocupaciones con otras. No dejaba de observar de reojo a Míro, quien colgaba inconsciente en la espalda de Aluz, con algunos moretones y las manos, los pies y la boca sellados con algo parecido al metal. Ovack, a mi costado, se veía tenso y serio, su sangre se había secado en su rostro, su brazo izquierdo tendía como si estuviera entumecido y esporádicamente se lo palpaba. No sabía decir si le dolía o no, pues su desenvoltura era la misma que la de una máquina, sus movimientos parecían medidos y entrenados, como los de Aluz. No obstante, a pesar del silencio, no dejaba de lanzarme unas sigilosas miradas enigmáticas. Sabía que había palabras en su cabeza para mí, y no estaba segura si es que las quería escuchar.

Unas gotas gélidas de agua golpearon mi nariz, y entonces noté que la luna de la Noche Eterna de pronto se cubría de nubes negras y unos minutos después una lluvia ligera comenzó a emanar. En cierta forma era algo bueno para nosotros, pues de repente las calles se vaciaron por completo, dejando sólo largos pasajes iluminados de losas relucientes y sin testigos. Y por otro lado, nos dejaba claramente expuestos.

Plenilunio (versión borrador)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum