30. Separaciones

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La oficina enmudeció. Mis compañeros me ofrecieron miradas lastimeras y hubiera preferido que no lo hicieran. Ulina posó una mano sobre mi hombro y pareció querer decir algo pero luego cambió de idea.

—Aún nos queda esta última misión —aventuró Sétian y esa fue una de las pocas veces en que realmente parecía decir algo sin ironía y con ánimo reconfortante.

Aluz sólo me observó con una expresión reservada, y nadie más que yo notó que lanzó un breve vistazo en dirección a Ovack, que yacía sumergido detrás de su escritorio con la cara de estar planeando un asesinato.

Y probablemente era así. Aunque ante todos él figuraba como alguien que quería congraciarse con los altos mandos de Orbe, para mí era evidente que él odiaba a esa mujer. Desde el momento en que habíamos pisado su oficina, había aparecido en sus ojos un brillo sospechoso y desagradable que sólo se enfatizó y se hizo más claro cuando terminó aquel encuentro. La detestaba. No era que ella le evocara un enojo supremo, sino que realmente parecía querer despedazarla.

Por un instante, incluso llegué a sentir algo de miedo, pues me di cuenta que ese era un sentimiento añejo, pensado y razonado. Como si estuviera aguardando algo para desatarlo.

Y fuera lo que fuere que estuviera esperando, definitivamente no era mi expulsión de su división, pues él se había esmerado en responder de una forma servil, tan impropia de él, que daba escalofríos.

Pero Ovack tenía razón en una cosa: esa mujer era desagradable. No podía aún asimilar que sólo el haber refutado su estúpida orden sin sentido había suscitado este desenlace. Como si la hubiera insultado personalmente y estuviera desquitándose. Ya tenía un contrato que cumplir con ellos ¿Por qué se empecinaba en hundirme más de lo que ya estaba?

No era sólo que ya me había acostumbrado a la división R5T12, sino que ellos eran mis amigos, y sabía que podía contar con ellos. ¡Esto era la meca de la injusticia!

Pero ya estaba dicho, iba a trasladarme a otra división. Y era algo inminente e inevitable y sólo para sanar el orgullo herido de esa bruja.

Debí haberme indignado considerablemente puesto que todo el mundo notó mi malhumor. Desde mis padres, mi mejor amiga, Sara, y mis compañeros de clase en general. Era posible que una nube negra se hubiera levantado sobre mí como un símbolo tangible de mi mala fortuna. Sin embargo, al menos fue sencillo excusarme con los exámenes, que por cierto, no estaban saliendo del todo bien.

Concluí que esos días no eran la mejor época para mí, era como si estuviese siendo atacada sin tregua por un aluvión de malas noticias. Sólo faltaba que un perro me mordiera para completar el día.

Así que cuando el portal circular y luminoso se materializó en mi habitación, me atravesó un leve estremecimiento. ¿Cuánto tiempo me quedaba para compartir con Ovack?

Aquella era una pregunta ridícula y me avergonzaba pensarla. Es decir, tenía preocupaciones más apremiantes... y menos exasperantes. Sin embargo, la verdad fuera dicha, esa era una de las cosas que más me aquejaban.

Y también ¿jamás llegaría a conocer el mensaje detrás de la puerta? Tal vez era como Ovack había dicho, tal vez eran sólo historias y no existía ninguna razón ulterior. Pero eso no podía ser, tenía que existir un motivo. Por alguna razón que no alcanzaba a comprender, me negaba a aceptar el pragmatismo de Ovack. No podía ser, simplemente no.

—Ya no hay muchas cosas que pueda enseñarte.

El anuncio repentino de Ovack me tomó desprevenida, el modelo a escala del Arco del triunfo que estaba elaborando al detalle se vino abajo con un estrépito que no pude evitar. Él frunció levemente el entrecejo ante aquel error, pero yo no hice amago de limpiar el desorden de pequeñas piezas que se habían desparramado por toda la sala, como granos de arena.

Plenilunio (versión borrador)Onde histórias criam vida. Descubra agora