Capítulo 12

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Narra Harry.


Ya estábamos en el convento, en "casa". Yo ya estaba en mi habitación, tirado en mi cama, llorando como una adolescente hormonal. Bueno, tal vez eso era.

Pero esta vez tenía una buena excusa: Louis me ignoraba.

Es decir, él me había advertido que al llegar a Londres debíamos ser precavidos con el tema de demostrar lo que sucedía entre nosotros. Él era un sacerdote, y los sacerdotes no tienen permitido tener relaciones y mucho menos con un hombre. Y no era que Louis se arrepentía, no era que él me había dicho que era un error. Louis me había pedido que fuera un secreto, que nadie lo supiera, no que me olvidara de eso porque fue un momento de debilidad. Y eso, para mi, significaba que planeaba seguir haciendo lo que hicimos en París, o eso fue lo que yo entendí.

Pero esto era demasiado. No sabía que se iba a sentir así.

Cuando Louis salió del baño del aeropuerto, yo le pregunté si se sentía bien y él sólo asintió, tomó un taxi sin mí y me dejó solo. En ese momento lo dejé pasar, ya que hice el mayor esfuerzo para comprender por lo que Louis estaba pasando. Tomé el siguiente taxi, y sólo por diversión, le dije al taxista el típico: "Siga a ese auto". Admito que me sentí en una película y al menos me reí un momento, olvidando lo difícil que se iba a volver todo ahora que estaba comenzando a enamorarme de un cura.

Al llegar al convento, lo busqué para preguntarle qué le sucedía, pero él estaba con un tal "Zayn" que pasaría la noche en el convento ya que sus padres le habían descubierto drogas en la mochila de la escuela. Y me parecía lindo de parte de Louis dejar que las personas que tenían problemas o no tenían hogar se quedaran un tiempo allí, pero en ese momento quise echar a ese Zayn como si yo tuviera algo de autoridad. Me dejó en segundo plano para consolar a un maldito drogadicto de mierda.

Sus palabras exactas fueron: "Ahora no puedo, Harry. Vete" En ese momento sentí unas profundas ganas de escupirlos a ambos, pero me contuve. La mirada seca de emoción que me dirigió Louis me quitó todas las pocas esperanzas que tenía de que pudiera haber algo entre los dos. Yo sabía que era incorrecto querer que Louis tuviera algo conmigo mientras seguía con su trabajo, ¿pero qué más podía hacer? Ya era tarde ahora para dejar de sentir cosas hacia él. Ahora sólo me quedaba aceptar lo que vendría.

Ahora, solo en mi habitación, mi mente estaba un poco más clara. Yo pensaba: ¿Por qué todos mis sentimientos son siempre tan profundos? ¿Por qué enamorarme de un cura? Y la pregunta del millón: ¿Por qué me correspondió? Todo sería más fácil si él fuera un maldito cura heterosexual hijo de puta y homofóbico. Pero no, claro. Tenía que complicar todo siendo un bendito cura gay hermoso buena persona, y...que me quiere.

¿Quién me entendía? Nada me conformaba. Primero quería que alguien me notara, que se fijaran en mi y me amaran por quien yo era. Sí, pero nunca quise que fuera un cura que no podría entregarse a mi porque sus creencias y profesión no se lo permitían.

Entre tantos pensamientos, entre tantas cosas que habían sucedido en los últimos días, algo vino a mi mente: Las consultas médicas.

Mi corazón se aceleró cuando recordé que debería haber ido como cinco días atrás. Me levanté de la cama con prisa y los nervios a flor de piel, odiaba ir al hospital. Sequé mis lágrimas y, ya arreglado, dejé el convento a paso rápido. Mi mirada gacha, y mis hombros hacia arriba, tratando de pasar desapercibido. Cuando cruzaba la puerta principal, lo sentí. Él me observaba.

No había mucha gente en el consultorio, qué milagro. Gracias a eso, en menos de una hora ya estaba de vuelta por la Iglesia. Iba caminando por el húmedo césped con mi vista fija en mis botas y mis manos en los bolsillos de mi abrigo, cuando choco contra algo. O alguien.

"Perdóneme, Padre. He Pecado" (Larry Stylinson)Onde as histórias ganham vida. Descobre agora