Capítulo 11

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El día esperado llegó. Era sábado por la tarde y nos encontrábamos Miku, Rin, y yo ante la fábrica abandonada donde escapamos de Teto la última vez.

     —¿Estás seguro de que quieres entrar? —me pregunta la rubia de lazo blanco.

     —Sí. No puedo estar huyendo de todo siempre.

En realidad, no estaba del todo seguro de si quería entrar, pero sí que quería superarlo. ¿Tal vez la terapia de choque me ayudaría?

     —¡Vamos, vamos! —se cuela la de largas coletas entre nosotros dos—. ¡Tampoco es para tanto! Estaremos bien, estamos los tres juntos.

     —Miku, no entiendes nada sobre cómo funciona el trauma... ¿verdad? —le dice Rin.

La peli-verdoso se queda algo confusa ante la pregunta de la rubia. A los pocos segundos, decidimos entrar de una vez. Acordamos buscar por separado, ya que queríamos estar allí el menor tiempo posible, y así podríamos ir más rápido. El plan era encontrar alguna pista que pudiera conducirnos a Teto. Algún objeto que perteneciera a ella, alguna huella, o algo así. Los minutos pasaban, pero lo único que había dentro de aquel edificio abandonado eran cosas inservibles.

Busqué con la mirada por todos sitios, apartando artefactos que asustaban a pequeños ratoncitos que salían corriendo. De pronto, me topé con un lugar familiar. Llegué al sitio donde estuve secuestrado. Era un cubículo muy pequeño, que parecía más pequeño aún por la cantidad de cosas que había dentro. Recuerdo que ahí dentro no había ventilación y mis manos me duelen solo de pensar en las cuerdas que me aprisionaban.

Mis músculos se tensaron y mi cuerpo no parecía responder, había entrado en un estado de congelación. Cuando por fin pude moverme, salí corriendo de allí, respirando torpemente.

Pasé por delante de las chicas, quienes me siguieron hasta el exterior. Apoyé mis manos en mis rodillas y tomé grandes bocanadas de aire. Rin posó su mano en mi espalda hasta que conseguí calmarme.

     —Sabía que esto no era buena idea. Te lo dije, Miku —sentencia, furiosa.

     —No te enfades con Miku —le digo yo—. Lo importante es que ya estoy bien.

Todos nos quedamos callados durante algunos segundos muy incómodos, hasta que la peliagua decide hablar:

     —Lo siento mucho. Debí haber sabido que esto sería demasiado para Len. Yo... nunca he vivido nada así y no puedo imaginármelo.

     —Soy yo la de las pérdidas de memoria, ¿sabes? ¿Es que ya no recuerdas cuando Mayu nos secuestró a los tres? La cuestión es que cada persona es diferente, y depende del momento, las cosas también te pueden afectar de manera diferente.

     —Eres muy lista, Rin.

     —No se trata de ser lista o no... —suspira la rubia pesadamente—. Como sea, volvamos a casa. Todo este tema me está poniendo de mal humor —acaba diciendo, arrancando a andar, seguida de nosotros dos.

[ . . . ]

La mayor parte del día ya había pasado y pronto sería la hora de la cena. La madre de la peliazul le pidió salir a hacer unos recados. Ella se dirigió al mercado, donde tenía que comprar una serie de verduras. Mientras el trabajador las buscaba, Miku esperaba pacientemente.

De pronto, una presencia la hizo estremecerse. Alguien acababa de pasar por su lado, pero no parecía alguien cualquiera. Al mirar, una figura que parecía tener dos taladros pelirrojos se difuminaba entre la gente.

La peliagua corrió tras ella, dejando al frutero confundido. Aquella era una calle concurrida con muchos puestos a ambos lados, por lo que la pelimarina batallaba por buscar huecos donde estar. Acabó llegando a una zona menos transitada, donde ve a la cabellera pelirroja doblar la esquina. Cuando la oji-azul hace lo mismo, solo encuentra un callejón sin salida.

     —Qué coincidencia encontrarnos aquí, Miku.

La mencionada se gira, su rostro es eclipsado por la persona misteriosa y da pasos hacia atrás, pero lo único que consigue es toparse con la pared. Rápidamente saca su teléfono móvil y parece toquetear algo en la pantalla con sus torpes dedos.

     —¡Trae eso! —grita, zafándole el artefacto.

     —¡Devuélvemelo!

     —¿Sabes? Está bien que nos hayamos encontrado. Tengo un asunto pendiente contigo —implora, con una voz profunda que ocasionaba incertidumbre a su interlocutor.

     —¿Qué asunto pendiente...?

La pelirroja deja mostrar sus grandes colmillos y pasa su lengua por ellos, relamiéndose. Sus ojos brillaban en la oscuridad de aquella angosta vía, acercándose cada vez más a Miku. El cielo ya se había oscurecido.

     —Me gustaría saber lo guapa que te ves siendo una vampira. ¿No te gustaría probar? Piénsalo... Inmortalidad, super fuerza, velocidad, sentidos más desarrollados... —susurraba Teto muy cerca del cuello de Miku, haciendo un camino con sus dedos por él—. En realidad no estoy haciendo nada malo, ¿no crees?

Las gotas de sudor caían bajo el flequillo de la peliazul. Miku había pensado varias veces en cómo sería tener la vida de una vampira, y en ocasiones lo deseaba, ¡pero no así!

Esta intentó empujar a la pelirroja, pero sus reflejos fueron más rápidos y paró sus manos al instante. Luego intentó gritar, pero una vez más, Teto fue más rápida y le tapó la boca con su mano. Estaba muy fría, y eso le dio un escalofrío a la oji-celeste, que ahora luchaba por escapar del apretado agarre de la vampira. En cuestión de segundos, se la llevó volando de allí, ocultándose en el cielo encapotado para que nadie llegara a verlas.

【Paraguas 3】☂ RiLenحيث تعيش القصص. اكتشف الآن