IX

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-¡¡¡Es verdad!!!- exclamó el Brayan.

Se había acordado de algo sumamente importante.

-Chofer, ¿por dónde vamos? ¿Esta calle cuál es? A ver... No. No. Podemos, tendríamos que doblar a la izquierda cinco, seis... no: nueve. Nueve cuadras más adelante y luego continuar en línea recta hasta Avenida Pueyrredón.

Esto era lo único que faltaba: que ahora le diera indicaciones a un remisero acerca del recorrido que debían hacer.

Sí cómo no.

El silencio solemne del protagonista seguía intacto.

Ésta era una nueva tarde oscura en su vida, en la cual iba a contemplar, a modo de homenaje, por última vez su...

-Oh, qué torpeza la mía- interrumpió sus pensamientos el criminal-. Debí haberle explicado los motivos detrás de tan repentina decisión, mi señor. Acabo de recordar que mi persona se encuentra afiliada a determinada obra social que dispone de un trato preferencial en el deutsche hospital. Por ello es menester que nos dirijamos hacia allí.

Y luego dijo cuál era esa obra social. Era una muy cara, muy exclusiva, cuyo nombre no será mencionado aquí por cuestiones legales.

Ah, pero qué sorpresa tenía guardada el señor ladrón.

Dante imaginó que si las obras sociales fueran automóviles, la suya sería uno viejo, destartalado que apenas serviría para trasladarse y no mucho más, mientras que la de su acompañante sería un lamborghini.

No le habló.

Del asiento trasero se oían quejidos, pero con menor frecuencia y menos lastimosos que antes.

-I qui yo tingo wii alta obra social.

Parecía que iba recobrando sus fuerzas.

¿Pero qué pasaba? ¿Este hijo de su madre se estaba recuperando?

La reincorporación de los localismos en su habla, así como la irreverencia y la agresividad eran claras señales de ello.

No tardó mucho en volver a gritarle y a apurarlo.

¡Es verdad! Además recordó un acontecimiento importante que iba a tener lugar al atardecer.

-¡Eh wiwiw e lee wii apurá! ¡Tehggo que llegá a ver el partido, éeu!

Silencio silencio ¡silencio!

Entonces, si se estaba curando, no era necesario que fueran tan rápido, al punto de arriesgar el auto y la seguridad de ambos.

El conductor aminoró la velocidad hasta llegar a un punto aceptable. Ahora viajaban moderadamente aprisa.

Muy a su pesar, viró a la izquierda con dirección al deutsche hospital y, antes de llegar a la próxima esquina, tuvo que detenerse a causa del semáforo en rojo.

Entonces se reencontró con su alma gemela.

Tres personas que salvaron el mundoWhere stories live. Discover now