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Se llamaba Laura.

Fueron compañeros en la Facultad de Artes, cursaron casi todas las materias juntos y se recibieron el mismo día.

Ella dibujaba, hacía retratos con lápiz. Muy buenos, muy realistas.

Él investigaba, le gustaba conocer hasta los últimos detalles del contexto de una obra de arte.

Ambos decían que eran almas gemelas porque, además de sus similitudes mencionadas, aseguraban que iban a dedicar su vida a cambiar el mundo para bien a través del arte.

Y eso fue lo que efectivamente intentaron.

Laura estaba muy distinta a sus años de estudiante. Tenía el pelo castaño pero más opaco, largo y pegajoso, la piel curtida como una sobreviviente después de haber pasado mucho tiempo en el desierto o en una isla abandonada. Las ropas un poco más desgastadas. Y estaba más flaca. Sí, bastante más flaca.

Aún así, su alma gemela la reconoció de inmediato. ¿Cómo podría no haberlo hecho? Al frenar y verla acercarse a los vehículos para ofrecer sus obras, supo que era ella incluso antes de verle la cara.

-Hey, sh sh, ¿usted es la de los dibujos?- la llamó.

-¡Danteeeee!

Era una persona alegre y luminosa. Resultaba extremadamente raro que sus dibujos fueran monocromáticos y a lápiz. Debían haber sido llenos de color.

Se saludaron y se dijeron cómo andaban y cuánto tiempo hacía que no se veían.

-Sigo dibujando, obvio. Y también estudio.

-Pero ya te habías recibido. Nos recibimos juntos.

-Sí, ya sé, jaja. Pero ahora estoy haciendo un doctorado. "Doctorado en Historia y Teoría de las Artes".

Laura se puso a hojear sus dibujos y él supo que iba a querer venderle uno, pero no tenía plata para comprárselo.

Además, ¿para qué quería un dibujo con el retrato de otra persona? Por más que fuera un famoso o alguien importante... ¿Qué diferencia habría entre tenerlo o no tenerlo? Tampoco sabía dónde ponerlo, no se le ocurría un lugar adecuado de su casa. Y no. Ni siquiera iba a perder tiempo en pensar en qué pared lo iba a colgar porque no lo iba a comprar. Ni lo iba a aceptar como regalo.

¿Para qué? ¿Qué sentido tenía?

¿Qué utilidad?

Entonces se dio cuenta de que quizás ya no eran almas gemelas.

Y no se animó a completar ese pensamiento que asomó en su mente sobre si los turistas cuestionaban la utilidad de sus paseos...

Escalosfrío.

El semáforo se puso verde y ésa fue la excusa perfecta para marcharse.

-¡Chau, Laura, qué lindo verte!- dijo en voz alta al arrancar, por las dudas de que no la oyera por el tráfico y la distancia.

Ella saludó agitando un pañuelo blanco con su mano bien alta, al estilo de la película romántica más cursi.

Ellos no lo notaron, pero a tan sólo unos metros de distancia, bajo el puente dormía un indigente que admiraron mucho en el pasado: era el profesor de "Arte y Sociedad", materia emblemática que marcó la vida de ambos.

Tres personas que salvaron el mundoWhere stories live. Discover now