XI

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Éeeeessssa, había matado a alguien de un cascotazo.

Sí, fija, el viejo ese era peligroso. Era un asesino, un matón. El Johnny lo sabía, lo había presentido desde el primer momento, desde que lo metieron a empujones en la celda y le pegaron una patada en la espalda baja.

Asesino, matador, fiera, homicida, mataperros, verdugo.

Los ojos del joven brillaban deslumbrados.

-Por eso te tte tt bronca, tanta bronca la yuta, ¿no?- era su manera de mostrarle su reconocimiento.

-Estehh... la verdad, no. No estoy acá por eso.

-¡¿No?! ¿Por algo peor?

-Eenn... cierta forma podríamos decir que sí.

¿Algo peor? ¿Qué habrá hecho? ¿Una masacre? ¿Torturas y asesinatos múltiples? ¿Poner una bomba en una estación de policías? ¿O en un hospital? ¿O en un hospital de bebés? ¿O en una estación de policías con policías bebés? ¿O poner una bomba de hidrógeno en un hospital de bebés donde los médicos los modificaban genéticamente para que fueran súper policías?

Ese viejo era capaz de todo eso, posta, fija, de una, posta, qué capo piola, pensaba el Johnny.

Qué capo, genio, campeón, caco, capanga, murmuraba mientras metía cosas por la cerradura de la reja...

¿Qué hacía? Intentaba destrabarla, con poco éxito.

Don Osvaldo, que en el fondo, muy en el fondo, le tenía algo de lástima a este chico, no aprobaba este comportamiento. Por el contrario, quiso hacerle tomar conciencia de la insensatez de este acto.

-A ver si dejás de tratar de abrir la cerradura... No se puede.

-Naaahh, dejá, no interrumpá'.

-Además, cuándo escapes, ¿qué vas a hacer?- cuestionó el anciano sabio-. Escuchame: la reja para salir de esta cárcel siempre está abierta. Podés irte cuando quieras. Pero si te vas ahora y no sabés adónde ir, vas a volver a caer acá, una y otra vez, hasta que ya no puedas salir definitivamente.

Intentaba darle un consejo de vida. Intentaba hacerle un favor.

Sin embargo, el malviviente no lo comprendió, sino que lo interpretó literalmente: dejó caer el pedacito de tela que intentaba encastrar en la cerradura, respiró hondo para tomar fuerzas yyy...

Las dos manos sobre la reja de la celda. Tironeó.

Descansó porque era demasiado difícil.

Tironeó, tironeó, tironnnnnneó, y casi se desgarró los músculos de los brazos cumbiancheros.

¿Qué se podía esperar de un cabeza de tacho?

Tres personas que salvaron el mundoWhere stories live. Discover now