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— ¡Angela!— un grito hizo que ella se levantara exaltada. Se levantó rápidamente de su cama y corrió hasta la cocina. Donde su madre observaba con emoción todos los electrodomésticos nuevos. Estufa, refrigerador, comedor, sala de estar, lo que menciones.— ¿por que no me dijiste que nos compraste todo esto, mija?— Rosalba hablo con una sonrisa y las manos en sus mejillas. Corrió hasta los brazos de su hija abrazándola.— No debiste hacerlo.

Ángela sonrió a la mujer sin palabras. Observando todo a su alrededor. La recámara de sus padres era remplazada por un nuevo colchón king size. Aires acondicionados eran instalados en toda su casa.

— No debiste, mijita.— Ella hablo aún en los brazos de su hija.— ¡Mira, Fausto!— Rosalba señaló con emoción sus nuevas pertenencias.

— ¿Ser actriz te paga tan bien?— El hombre observó viendo las etiquetas de los precios de aquellas lujosas amenidades.

Ángela simplemente asintió.— ¿Donde ponemos el sillón?— Uno de los repartidores pregunto.

— ¡Aquí!— Rosalba señaló.— ¡Que felicidad!.

Ángela acarició el cabello de su mamá, antes de alejarse a la cocina. No sin antes tomar su bolso del perchero. Abrió la bolsa, sacando el sobre que contenía el número de teléfono.

Marco el número, no sin antes corroborar que su familia no estuviera escuchando. Después de unos segundos, la llamada fue respondida.

— ¿Bueno?— Se escuchó la voz grave desde la otra línea.

— Felix, no debiste hacerlo.— Angela hablo preocupada.

— Solamente te doy lo mejor.— Felix respondió.— Lo que te mereces.

— ¡Ángela!— Rosalba grito.— ¡Llegó Andrés!. 

— Tengo que irme.— Angela hablo.— Muchas gracias, Felix.

Y sin mas Angela corto la llamada, caminando hasta la sala de estar.

— ¿Y todo esto?— Andrés pregunto observando a su alrededor.

— Nos lo compro, Angela.— Rosalba anuncio orgullosa.— Y que bonito detalle le mandaste a Ángela, eran muchísimas flores, le tuve que llevar unas a la virgen, espero no te cause problema.

Andrés observó confundido a Angela, quien simplemente se quedó callada, esperando que el hombre no dijera nada.

El hombre simplemente sonrió a la señora, quien ahora se encontraba ocupada dando indicaciones de donde tenían que poner los nuevos muebles.

— ¿Flores?— Andres pregunto acercándose a la mujer.

Ángela se encogió de hombros si saber que responder. Ella no era una mujer confrontativa, nunca tuvo que serlo. No era que se metiere en problemas, para tener la necesidad de defenderse. Por lo que aquella simple pregunta la hacía sentir culpable, no sabía que responder.

— ¿Quien te mando flores, Angela?—  Andrés preguntó nuevamente buscando la mirada de la mujer.

— ¿Hay algún problema?— Fausto preguntó adentrándose a la habitación a la par de su mujer.

— No— Andrés respondió con una sonrisa.— Para nada.

— Ya es tarde, creo que es hora de que te vayas.— El hombre menciono— otro día puedes ver a Ángela.

Andrés simplemente asintió, observó a Ángela una vez más antes de retirarse.

— Ya esta todo.— El repartidor mencionó a la par que Andrés salía del lugar.— Solo tiene que firmarme aquí.

Ángela tomó la pluma en su mano y firmó la hoja. La leyó con atención, la compra era anónima, ningún nombre, solo necesitaba una firma donde se confirmara que todo había sido entregado.

— Gracias.— Angela respondió.

•••

La mujer entró a su habitación y observó a su alrededor. Su cama había sido cambiada, también sus muebles y espejos. Todo había sido renovado.

Teresa quien había quedado impresionada ante todas las nuevas cosas en la casa entró a la habitación de su amiga.

— ¿Cuando compraste todo esto?— Teresa pregunto asombrada al ver los muebles de maderas finas.

— Ese es el problema, yo nunca compré nada.— Ángela admitió.

— ¿Que?— su amiga pregunto.— ¿Entonces quien?.

— ¿Te acuerdas de los amigos de Andrés que me presento?.

Las manos de Teresa fueron hasta su boca en asombro.

— No.— Ella negó.

Angela asintió caminando hasta su bolso. De donde saco el brazalete de diamantes, extendiéndolo a su amiga.

— Ángela.— Ella exclamo en un suspiro.— ¿Son reales?.

La rubia asintió. 

— ¿Quien compro todo esto?.

— Se llama Felix.— Angela comentó.

— ¿Es millonario?— Ella pregunto.— Para comprar todas estas cosas debe serlo.

— Exportan plantas.— Ángela mencionó.

— ¿Que tipo de plantas?.

— No se.— Ángela alzó los hombros mientras fruncía el ceño.— ¿Exóticas?.

— ¿No crees que...— Teresa corto su pregunta al momento que Ángela la observó. Llevo sus dos dedos índices a sus labios.

Ángela llevó sus manos a su rostro sorprendida.

— Son plantas.— Teresa alzó los hombros.— Y son exóticas.

La mujer observó a su alrededor con los ojos abiertos como platos.

— Digo... debe de ser, ¿no?— Su amiga pregunto.

— Por eso se reían de mi.— Angela pensó.

— ¿Quien?— Teresa pregunto.— ¿Quien se reía de ti?.

— Esos hombres.— Angela sacudió sus manos.— Cuando les pregunté que plantas, y qué tal vez podría comprar unas para mi mamá.

Teresa observó a su amiga.— Estaba bromeando.— Ella hablo levantándose de su lugar, comenzando a abrir los cajones de los muebles observando su calidad.

— No.— Angela negó con su dedo índice.— Creo que tienes razón. ¿Como más podría pagar todo esto?, ¿Las flores, la pulsera, los muebles?.

— Ángela.

— Y por eso el restaurante estaba vacío.

— Ángela.— Teresa la llamó.

— Y por eso no tienen tienda. No pueden tener una tienda de marihuana.

— ¡Ángela!— Teresa grito.

— ¡¿Que?!— Angela grito girando a verla. Camino hasta, quien mantenía su mirada en uno de los cajones de su nuevo tocador.

Sus ojos se abrieron con sorpresa, al ver una caja de piel color rojo.

Angela la tomo entre sus manos, en letras doradas podría leerse la palabra "Cartier". La abrió y las dos mujeres soltaron un suspiro de sorpresa.

Entre sus manos con demasiada delicadeza, un reloj, con correas de piel y diamantes cubrían todo el borde de este.

— Ángela.— Teresa habló en un suspiro.— ¿En que te metiste?.

𝐃𝐀𝐍𝐂𝐄 𝐖𝐈𝐓𝐇 𝐓𝐇𝐄 𝐃𝐄𝐕𝐈𝐋 | narcos mexicoWhere stories live. Discover now