ℭ𝔯𝔦𝔰𝔱𝔞𝔩𝔢𝔰 𝔢𝔫 𝔢𝔩 𝔳𝔦𝔢𝔫𝔱𝔬

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Los arboles en las montañas eran acariciados por aquellas corrientes de viento que al deleitarse con su olor te entraba un ardor en la garganta como lo haría un té caliente de gengibre.

Un hombre alto de ojos amileados y traje formal de color café se encontraba en la cúspide de una de las montañas con sus ojos cerrados, respiraba lento mientras estaba estático en aquella roca. Abrió sus fanales pudiendo presenciar los últimos rayos de luz prismáticos pintados como un cuadro en óleo.

La resolana atravesó su cuerpo, los detalles dorados de su ropa empezaron a brillar, aparecieron delicadas líneas amarillas en su piel, especialmente por su rostro. Abrió sus repentinamente sus ojos debido a que se puso un poco de nervios haciendo que alrededor de él aparecieran Cor Lapis. Se mantenía en silencio pero sabía que había alguien más detrás de él.

-Rex Lapis...-el adeptus se le arrodilló.

El hombre lo miró de reojo, no le prestó mucha atención. Se mantuvieron en silencio hasta que el arconte decidió hablar. Estaba oscureciendo,la penumbra cubría el panorama, el cielo estaba iluminado con una especie de aurora boreal dorada, los ojos del arconte se iluminaron y cristalizaron con nostalgia, suspiró pesadamente mientras se llevaba la mano al pecho.

Xiao se encontraba mirándolo esperando a que dijera algo. Solo eran ellos y el sonido del viento.

-Esta noche en especial me recuerda cuando...

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Hace milenios, cuando Liyue solo era escombros, monstruos y polvo. El misericordioso Rex Lapis caminaba por aquella tierra rodeada de miseria y odio. Al rededor de él yacían los cuerpos de los Dioses caídos, su túnica estaba manchada en los bordes con sangre de sus compañeros y enemigos. Su mirada estaba perdida en la nada viendo todo aquel desastre que su poder había causado, pero era la única forma de poder parar la guerra...la vida de sus colegas no fue en vano.

Flotaba con desdén por encima de los soldados caídos, a lo lejos pudo atisbar un magestuoso árbol regando flores blancas en la cima de una colina con una mujer acostada en sus faldas, como un dulce ángel,un holograma. Sin poder creerlo aún, corrió lo más que pudo, desesperado, exhausto, hecho pedazos y con una gran angustia en la boca del estómago.

Cuando estuvo allí, la mujer de cabellos azabaches desapareció de la raíz del árbol y reapareció caminando por un riachuelo, estaba sonriendo y felíz. Aquella sonrisa hizo que se le removieran los sentimientos al Arconte Geo.

Cerró los ojos ante la repentina brisa,de pronto apareció aquel recuerdo que quería borrar. Sintió como unas manos finas y delicadas lo acariciaron hasta llegar a sus manos. Abrió sus ojos para encontrarse con aquellos fanales violetas, de sus ojos escaparon unas lágrimas.

Llevó una de sus manos a las mejillas de la contraria.

-Mi Diosa... eres tú-sonrió tratando de no derrumbarse.

La Diosa de la Arena le sonrió y depositó un beso en su frente. La fémina tomó las manos del caballero, disfrutaba del tacto de sus pieles, la suave sensación de sus palmas chocando junto con la calidez que emitían. Alzó su mirada algo avergonzada hacia la del Arconte.

El contrario sonrió sin poder creerlo, reposó sus manos en su mandíbula deslizandola hacia su mentón. Rex Lapis aún no se había percatado que estaban estacionados sobre el agua, una lágrima dorada escapó de sus ojos y salpicó a ambos al caer al lago. El maravilloso día soleado desapareció al igual que los tenues dorados y tonos naranjas del cielo; el lugar oscureció por completo. La lágrima había teñido el agua de un azúl fluorescente, la diosa bajó su mirada como una niña emocionada para luego reposar sus ojos sobre Morax.

Roses| Diluc RagnvindrWhere stories live. Discover now