- ¡Ey qué pasa! - Dijo levantándole la barbilla para que la mirara.

  - No sé qué va a pasar con nosotras de aquí en adelante Luisita.

La abogada se puso triste un momento porque sabía que era verdad y tenía que afrontar la situación con su prometido.

  - Yo tengo que hablar con Sebastián, decirle la verdad de que no me quiero casar con él y que ya no siento lo mismo que sentía antes.

  - Yo puedo esperar Luisita, no tenemos que hacerlo por ahora.

  - Amelia yo no tengo que fingir algo que no siento y hacerle creer que estamos bien cuando estoy deseando ir corriendo a buscarte para estar contigo. -Amelia la miraba con cara de enamorada escuchando lo que le estaba diciendo.

  - Está bien, no pensemos en el futuro, que pase lo que tenga que pasar. Este fin de semana es para las dos y no pienses en nada más.

  - Oye, ¿ y qué vas a decirle a Nieves cuando te vea el lunes en la oficina?

  - La verdad es que se me olvidó que había renunciado. - Dijo Amelia riéndose.

  - Bueno podemos decirle que te subí el sueldo.

  - ¡Ah no! No quiero que pienses que estoy contigo por tu dinero. - Y a Luisita en ese momento la enamoró todavía más.

  - Ya nos inventaremos algo.- Dijo acercándose a ella y tirándose en el suelo para comenzar a besarla.

A la mañana siguiente se encontraban en el dormitorio de Luisita acurrucadas en la cama cuando Amelia llevaba un buen rato despierta contemplando la belleza y la calidez del cuerpo de la rubia y ésta como si se diera cuenta que la estaba mirando se despertó.

  - Hola, buenos días, ¿Desde cuando estás despierta?

  - ¡Desde las 6 de la mañana!

  - ¿Y eso por qué?

  - Tenía miedo de despertar y que no estuvieras a mi lado. - Luisita se derritió por ese comentario y se acercó a ella para abrazarla.

  - Ven aquí.

  - Ésta es la mejor mañana de toda mi vida, en serio. Te juro que quisiera despertar así todos los días viéndote dormir.

  - Y yo dormir entre tus brazos todas las noches, te juro que es muy fácil dormir así.

  - Oye, ¿Y tú no deberías de llamar a tu mamá? Debe estar muy preocupada porque no llegaste a dormir anoche. - Amelia se acercó a la mesita de luz para ver el reloj y viendo lo tarde que era, dijo:

  - Ay sí debo ir para allá.

  - No ya no, ¿Ya? - Dijo Luisita agarrándola para que no se levantara de la cama.

  - Sólo por un rato. - Le contestó Amelia estrechándola entre sus brazos y besándola con tanta pasión que no podía respirar.

  - Te dije que este fin de semana iba a ser para las dos y pienso cumplir esa promesa.

  - ¿Ah sí? - Dijo con mirada pícara Luisita que estaba viendo cómo se levantaba Amelia desnuda de la cama.

  - Tú no pienses en nada más, sólo tienes que dejarlo en mis manos. - Decía vistiéndose y abrochándose los botones de la camisa roja que dejaba ver su sujetador de encaje negro.

  - Sólo tienes que estar debajo del edificio a las 2. Prométeme que ahí vas a estar.

  - Ahí voy a estar.

  - Oye, ¿No te puedes quedar otro ratito chiquito? - Decía Luisita con voz de niña pequeña cuando está pidiendo caramelos y de nuevo se acercó Amelia para besarla porque no podía resistirse a los encantos de la rubia.

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