Víctima a victimario.

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Yo fui el malo, y lo admiro como lo que es, yo fui el victimario, yo era el villano de la historia. Nunca sentí pena por nadie, nunca creí perder.

 Nunca sentí pena por nadie, nunca creí perder

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Soy Jonas O'Riley. Tengo 30 años, tengo una pareja. Y mi vida es muy diferente a lo que creí en preparatoria.

Recuerdo aquellos tiempos en los que era uno de los chicos más conocidos de la prepa, todos volteaba a verme, ya sea por miedo o por aprecio. Mi novia Stephanie era una de las chicas más populares y ricas de la escuela y mi vida parecía tener un éxito relativo, estudiaría en una buena universidad. Ciertos profesores me ayudaban a pasar sus materias con tal de que no les estorbara o en el caso de cierta maestra, la señorita LaRue, tenía sexo con ella solo para tener una buena nota. Y el sexo con ella era bueno, y parecía que su esposo no le daba lo que ella necesitaba. Pero a ella me la follaba desde antes de que me diera clases, Ethan, sus hijos. También lo era mío. Pero habíamos decidido guardar el secreto, pues por qué yo tenía 15 y ella 34 y el segundo creo que cuando todo sucedió.

Me encantaba estar completamente desnudo cuando ella llegara al cuarto de equipo arriba del gimnasio, verla llegar con mi miembro listo.

Yo siempre fui bully, incluso a algunos chicos les llamaba mis víctimas, entre ellos está Ferdinand Russo. Un chico delgado y bajito de cabello risado. Nadie importante para mí, hasta un día 23 de febrero. La profesora entra y me ve más que listo para mí sesión. Me acercó a ella quien quiere darme cabeza. Comienza a mamar como si su vida dependiera de ello. Amaba como chupaba y con la lengua acariciaba mi miembro. Levanté su falda y para mí suerte no traía ropa interior, la follé con una fuerza tal que hizo olvidarme de todo mientras con mis manos apretaba sus tetas y con mis labios besaba y mordía su espalda haciéndola gemir. Hasta que el salió de entre todo el equipo con una cámara de video apuntando directo hacia nosotros. El miedo me invadió pero ya no podía detenerme, el momento era tan intenso que no me importaba a pesar de que sentía que la profesora ya no se sentía como antes. Me grababa a mi y a ella quien entre sollozos me pedía parar. - No te quites por favor Mildred, no lo hagas. Y tú deja de grabar maldita sea o te golpeare peor que el día en que te dejé desmayado maldita sea. - Y le seguí dando a toda potencia. Me vine dentro pero ella no parecía contenta con mi acto. Se liberó de mi y comenzó a cachetearme con odio. Lo ví a el. Pero cuando iba a atacarlo envío el vídeo a su cuenta de correo. Lo amenacé con golpearlo pero dijo que si lo intentaba mi estancia en la escuela y por más que me doliera el trabajo de la profesora y la vida del que sabía que era mi primer hijo correría riesgo.

Me detuve y dejé que Mildred se fuera. El miedo me invadió al darme cuenta de que estaba en sus manos. Ni siquiera me dejó vestirme. Pensé que me obligaría a salir desnudo y exponerme así frente a clase. Pero el solo se fue.

- Haré lo que sea! - Grité con todas mis fuerzas. - Te espero a la salida en las afueras de la escuela.

El día pasaba tan lento que me aterraba, me cruce a Mildred al menos 6 veces en todo el día. No me sentía agusto ni estando con mi novia o con mis amigos. Pero cuando llegaron las 2 de la tarde salí despavorido del edificio y el estaba ahí esperándome.

 Pero cuando llegaron las 2 de la tarde salí despavorido del edificio y el estaba ahí esperándome

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- Me alegra que hayas llegado. - Dijo sonriente. - Para que me quieres? Quieres que me vaya de la escuela? Lo haré si hace falta pero por favor a la profesora LaRue no ya toques ni a su familia. - Me tomó del hombro y me dió un leve empujón. - Vamos, tenemos una sorpresa para ti. Una gran sorpresa.

Llegué a su casa y el chico estaba solo, su casa era linda, me daba la sensación de que su familia era gente de buen corazón. Tal vez dijo tenemos en plan de asustarme. Pero me pidió subir al ático de su casa y me desnudara y ahí fue cuando me aterré. Para mí suerte era su cuarto, solo lo esperé unos minutos, hice lo que me indicó y el chico volvió con una soga. Volví a temer por mi vida. Me senté y con las manos atrás fui atado en pies y manos hacia la silla. Me dió una maldita pastilla, y con el paso de los minutos supe que se trataba de Viagra.

Con mi miembro a full comenzó a tocarme. Pellizcandome los pezones mientras me masturbaba. La incomodidad al poco tiempo cambio a placer. Llenó mi cuerpo con aceite para bebé y al terminar me hizo penetrarle. Entraba y salía por si solo. Cómo si el aceite fuera un lubricante. Pedía que no se detuviera. Pero yo no podía hacer nada, estaba atado. A los 15 minutos aproximadamente eyacule dentro de el pero el jamás se detuvo. Pedía que se detuviese pero el hacía como que no me escuchaba. Me cacheteaba y me apretaba más los pezones. Duramos así alrededor de 5 horas y yo ya no podía más, mi miembro dolía cada que eyaculaba y resultaba tan doloroso que sentía que me paralizaba. Cansado, tirado en la cama tan debilitado como para impedir moverme comencé a llorar, pero por alguna razón la sensación me encantó. No sabía que pasaba por mi mente, si fue algo horrible o si verdaderamente fue algo de mi gusto y encanto. Dormí plenamente en su cama durante al menos dos horas, me vestí pensando que mi cuenta había sido saldada. - Espero que estés listo para mañana, o la profesora y tú verán las consecuencias. Y vale más que te prepares.

Temía por mi vida, y por la carrera de la profesora que quedaría arruinada. Decidí aceptar mi destino. Fui a mi casa lleno de miedo y nervios, imagino que el se sentía así cada que le acosaba.

Al día siguiente me pidió que me quedase fuera del edificio y esperara a su llegada. Para mí suerte no venía solo, venía con otros varios chicos gays a los que llegué a molestar por el hecho de su sexualidad. Nuevamente fui atado y golpeado hasta que el Viagra hizo efecto. Se sentaban uno a otro por turnos, haciendo fila para que sea yo quien les penetrara mientras ellos disfrutaban de mi. Solo me quedaba mirar el reloj tratando de ignorar todo lo que sucedía. Pero en un momento lo sentí de nuevo. Me estaba gustando otra vez. Alrededor de las 10 de la noche víctima del agotamiento me desmayé mientras ellos continuaban. Podía sentirlo pero no verlo, sentía las contracciones de mi cuerpo al eyacular, sentía las lenguas y los mordiscos que me daban.

Eran las dos de la mañana, desperté aún estando atado. Dos de ellos dormían plácidamente en la cama. Los demás se habían marchado. Volví a dormir tranquilo.

Pronto eran más y mas chicos los que se reunían para utilizarme, aprendí a quitarme las sogas... Ellos jamás se dieron cuenta, lo que si notaron fue que ya no necesitaba yo el Viagra.

Llegaron a ser alrededor de 12 de los chicos gays de la escuela, a todos ellos yo los había golpeado e insultado en algún momento. Si me sentí culpable, pero sinceramente me gustaba.

La profesora se cambió de escuela, lo cual me ayudó al siguiente año a sentirme menos culpable, pero supe la noticia de mi otro hijo. Estaba por iniciar el segundo grado de escuela, recuerdo ese domingo. Eran las 3 de la mañana, tenía encima mío a Ferdinand a quien estaba follando y a Lautaro con su culo en mi boca. Me levanté un poco y asustados lo notaron, me había quitado la soga. Aterrados por el evento me dirigí hacia Ferdinand. - Hazlo, no tengo miedo y si me lo merezco lo acepto. Anda golpea! - Dijo lleno de valor. Tomé la jarra con agua y me serví en un vaso. Tomé el aceite de bebé y me lo Verti en el cuerpo, me senté nuevamente. - Que la fiesta continúe. Le dije emocionado por seguir con el evento.

Se dió cuenta de lo mucho que me gustaba este juego. Me encantaba ser el objeto cuyo único gusto era sentarse y esperar quien seguía para ser follado.

Ferdinand y yo somos una pareja de hecho e invitamos a otros cuantos a seguir el juegos que ya después de 15 años tenemos el gusto de hacer. Me encanta que me amarren y me humillen mientras sea yo quien folla que venga quien quiera, yo esperaré aquí amarrado.

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