• XXV •

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Llegó el 26 de mayo. Era de madrugada, el sol aun ni siquiera se asomaba. El príncipe Kyle dormía cuando de pronto una explosión detonó y despertó a todos en el castillo, y probablemente en el reino entero. Se levantó de la cama, desde el día de ayer su estado había mejorado un poco, se asomó por la ventana y confirmó que desde el otro extremo de los terrenos reales se apreciaba una gran pila de humo, probablemente un pequeño incendio provocado por la explosión; y que eso anunciaba que por fin el brujo hada malvado había escapado de los calabozos.

Sí, habían conseguido mantener a salvo a Eric Cartman de su ejecución, un par de veces estuvo a un pelo de ser sometido. Pero Kenny con ayuda del resto siempre se las arregló para generar algo que impidiera tal acto.

Kyle dio un par de saltitos con emoción, disfrutando de la exquisita brisa nocturna que llevaba consigo una fragancia única con olor a cenizas y pólvora. Eric ya estaba libre y no podía esperar más para verlo. Fue por sus zapatos y tomó un abrigo. Él no era un príncipe en aprietos, suficiente era la idea de que cuando cayera en un profundo sueño Eric podría jactarse de salvarlo. No quería darle más motivos para que alardeara sin parar.

Primero fue hacia la puerta con la esperanza de que esta no tuviera llave. Pero para su desgracia sí que la tenía. Pero eso no importaba. Durante estos días descubrió que en la torre había un pasadizo secreto y lo usaría para fugarse de ahí. Empujó el espejo abriendo su camino y tomó una lámpara de aceite para alumbrar el pasadizo oscuro.

Antes de adentrarse reposó unos cuantos minutos. Ya llevaba un día completo sin presentar fiebre, no quería arriesgarse y que regresara; y más tomando en cuenta que bajaría la torre más alta del castillo.

Después de ese pequeño descanso terminó de ingresar al discreto pasadizo. Avanzó por él de forma lenta y haciendo pequeñas pausas, sobre todo cuando le hacía falta el aire para continuar. Su mayor motivante era que una vez que saliera de ahí podría reunirse con Cartman y esta vez se aseguraría de escapar con él. Estos días le quedó claro que sus padres jamás aceptarían su relación. Aceptaba que ese comportamiento era inmaduro, poco responsable y muy egoísta. Pero el hecho de que sus padres no creyeran en sus palabras las pocas veces que entablaron una mísera conversación, alimentaron la idea. Además no quería ser rey, por lo tanto quedarse en ese reino de mierda no iba con sus planes. Huiría con Eric para así tener su "felices por siempre" en un lugar donde nadie los molestara y juzgara.

Sin embargo, llegó una pequeña recámara que parecía ser una bodega. Entrar ahí le dio un mal sabor de boca, por lo que apresuró su paso para atravesarla y seguir con su camino. Pero mitad de este misterioso y vacío cuarto se encontró con una rueca de hilar. Por obviedad recordó enseguida la profecía de la maldición. Dio un par de pasos hacia atrás temeroso. No obstante, pronto se sintió extraño, deseoso de acercarse; como si una mano invisible tirara de él hacia adelante y lo invitara a acercarse. De un segundo para otro perdió su voluntad completa y cedió dejándose llevar por esa energía invisible que le hipnotizaba. La rueca era brillante, atrayente y la punta de la aguja resplandecía una pequeña luz de tono verdoso.

Justo como dictaba el hechizo, aunque su subconsciente gritara que no lo hiciera, estiró su mano y dejó que la punta de su dedo índice se pinchara; provocando que segundos después el príncipe judío cayera inconsciente en un profundo y casi mortal sueño.

Por su parte, el brujo hada malvado escapó con éxito del calabozo. Se deshizo de las cadenas y esposas de hierro encantado, listo para cobrarse esa humillación y usar su preciada magia.

La noche del día de ayer, lograron colar a Butters. Él llevándole su cena le pasó la llave que rompía con esas ataduras y comunicó como se encontraba la situación arriba.

El Bello Durmiente Where stories live. Discover now