• XVII •

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Inspirado en I love you de Billie Eilish.

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¿Se puede experimentar la sensación de tener náuseas, querer vomitar y ganas de llorar al mismo tiempo? Bueno, el príncipe Kyle así se sentía. Quería llorar y vomitar. Sudaba frío. Sentía el sabor de la amarga bilis en su boca y disentía con desesperación e incredulidad.

-No... Theo... No jodas... Esas bromas no...

- ¡No es una puta broma! -gritó Eric levantándose del sofá para dirigirse al otro extremo de la sala y mantenerse a salvo - ¡Yo soy Eric Theodore Cartman!

Vio la brillante mirada esmeralda de Kyle oscurecerse. Negándose a creer en esa verdad que resultaba tan horrible; y Eric estaba consciente de ello, una parte de él también se encontraba repudiando todo esto. Pero simplemente todas estas emociones que estuvo conteniendo por meses se escaparon de sus manos. Ya no existía forma de retenerlo por más tiempo y escupió toda la verdad como si fuese un veneno que consecuentemente mataría por completo la relación de ambos.

El príncipe Kyle se levantó del sofá, Eric dio un par de pasos hacia atrás cuando el pelirrojo se aproximó. Estaba consciente de que en realidad el judío era quien se encontraba en desventaja, si quisiera podría usar un embrujo para matarlo ahí mismo, pero se paralizó. Se maldecía internamente por no ser capaz de hacerle daño.

Fue sostenido con rudeza del cuello de su camisa, siendo tirado hacia él; chocando con esa mirada tan llena de ira que parecía un ardiente incendio que calcinaría hasta el polvo de sus huesos, no quedaría nada de él. Le generó un helado escalofrío por todo el cuerpo. Iba a matarlo, eso era seguro. Lo mataría aun si no llevaba esa dichosa espada encantada, Kyle con un puño tenía la suficiente capacidad para hacerlo y Eric se sintió indefenso, incapaz de actuar, de hacer o decir algo para detenerlo. Se sintió terriblemente patético, repudiable, preso del pánico, deseaba golpearse a sí mismo para hacerse reaccionar. Pero otra parte de él, una muy interna que él desconocía que existiera, se lo impedía y lo obligaba aceptar este castigo.

Sin embargo, Kyle paró su puño a menos de un centímetro de distancia de su rostro. Sus ojos esmeraldas se llenaron de lágrimas, no pudiendo contenerlas por más tiempo, expresando así su más doliente ser. Hace unos momentos se sentía capaz de asfixiarlo con una almohada, pero ahora simplemente todas sus fuerzas se desvanecían; haciéndolo sentirse perdido y vacío. Soltó a Eric, no volvió a dirigirle ni la mirada ni la palabra y salió de la cabaña con paso rápido. No miró hacia atrás. Corrió por su caballo, lo montó y huyó de ahí mientras que Eric se dejó deslizar hasta caer sentado al suelo, incrédulo, de sus mejillas desbordaban lágrimas como si fueran cataratas, el sabor de su boca era amargo y sintió una emoción tan dolorosa, muy parecida a la de aquella vez que despertó sin alas; desgarrador, vacío, helado. Estaban en verano y ésta había sido en realidad una de las noches más calurosas de todo el año. Pero se sentía como si estuviera desnudo sobre un tempano de hielo, flotando en medio del oscuro, profundo, amplio y solitario océano del ártico.

Kyle regresó a su casa. Se coló por su ventana y, sin siquiera cambiarse de ropa, se tiró sobre su cama; envolviéndose en mantas. No pudo llorar más, cosa que hacía que se sintiera aún más ahogado y sofocado. Su corazón dolía de tal forma que pensaba que en cualquier momento se caería en pedazos, como si algo dentro clavara unas filosas uñas y lo desgarrara sin piedad alguna.

Pero cuando el sol salió se levantó de la cama y continuó con sus actividades normales, como si fuera un día cualquiera, tratando de aparentar que no estuvo despierto toda noche y que ahora mismo no era igual a una cáscara vacía. Se bañó, limpió sus dientes con tanta fuerza que hizo sangrar sus encías; y después bajó a desayunar.

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