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Kyle estaba en una pelea consigo mismo. No le agrada esta broma del "destino". Se negaba a que ese raro y desagradable hombre de talla grande, de cabellos castaños y mirada avellana fuera la misma persona con la que soñó en ese sueño marica. Podía ser su intuición que le daba una mala espina, algo le decía que él sería un problema andante. Pero la manera en que lo sostenía tan posesivamente y miraba con cierta delicadeza le hacía cuestionarse su propio juicio.

—Naha~ Si puedo ser yo —tarareó Eric infantilmente.

—Que no —frunció el ceño el pelirrojo al percibirlo como una burla.

¿Lo estaba retando? Eric frunció el ceño también, deshaciéndose de esa mirada delicada.

—Que sí —afirmó Eric sin soltar al judío, quien realmente tampoco buscaba ser liberado del agarre.

— ¡Que no, gordo imbécil! —negó Kyle avanzando hacia adelante y alzando su frente para no dejarse intimidar.

— ¡Que si, judío estúpido! —infló sus mejillas regordetas con coraje, irritado de la terquedad del pelirrojo y también se inclinó hacia adelante.

¿Cómo iba a enamorar a ese idiota que no era capaz de aceptar su coqueteo?

Ah, pero no podía perder la paciencia. Este momento era crucial, sino tendría que desechar este jodido plan. Suspiró buscando concentrarse como también relajarse y fue entonces que ambos se dieron cuenta de la cercanía que existía entre sus rostros y no pudieron evitar ruborizarse. Sintió como Kyle, por este mismo hecho, buscó alejarse. Pero ya lo tenía ahí, no dejaría escapar a su presa.

—Judío... ¿Me permite un baile? —pidió Eric con una actitud galante, volviendo a alzar el torso de la mano del pelirrojo.

—Pfff... —presionó sus labios con su otra mano libre conteniendo una risa incrédula por la tan repentina petición — ¿Qué? Bromeas ¿No?

— ¿Me ves cara de payaso? —volvió a fruncir el ceño con cansancio.

— ¿De verdad hablas en serio? —Kyle paró su risa y lo miró perplejo, alzando una ceja—. Ni siquiera hay música.

—No se necesita música —Eric soltó una sonrisa mordaz dando un paso hacia adelante mientras continuaba sosteniendo su cintura y mano para así dar inicio, obligando a Kyle a retroceder y a seguirle el juego.

—Eres raro y desagradable —señaló Kyle un tanto cohibido y sin más alternativa que aceptar esta pieza de baile.

—No me juzgues, marica llorón.

Kyle terminó cediendo y colocó su mano libre sobre el hombro del castaño, con un tacto un poco vacilante, pero del cual se fie aferrando mientras danzaban sin ningún sentido en el bosque.

Era tan absurdo y tonto. Pero con una sensación cálida y única que desconcertaba a ambos.

—Eres tan tieso para bailar, una tabla lo haría mejor —se burló Eric para asegurarse a sí mismo de no lo disfrutaba —. Tenías que ser judío ¿No?

— ¡Deja de hacer esos estúpidos chiste, no dan gracia! —Kyle frunció el ceño ofendido y dejó la pena a un lado solo para demostrarle a ese gordo que se equivocaba.

Habrá vivido toda su vida en esa cabaña. Pero si algo no permitieron Wendy y Bebe es que fuera un pueblerino más del montón. Kyle era un príncipe y como tal recibió la instrucción de uno y el vals fue una de sus tantas formaciones.

Presionó su paso y comenzó a moverse con más elegancia y seguridad, bailando de una manera tan asertiva que sorprendió al castaño en más de una forma al igual que lo molestó, ya que prácticamente le cerró la boca con acciones. Presionó su mandíbula con coraje por esa mirada esmeralda engreída y soberbia del príncipe judío. Por ello él tampoco se iba a quedar atrás y se movió con mucha más agilidad que antes.

El Bello Durmiente Where stories live. Discover now